lunes, 12 de diciembre de 2011

El cambio del régimen. El estado de excepción en Vizcaya y Guipúzcoa de abril a julio de 1975.

Dictadura de excepción», Pablo Harri)


Conclusiones a sacar: la excepción no es un recurso sino el estado natural de la dictadura; el recurso fue intentar crear lapsos de tiempo en los que la excepción se enmascaraba.
Balance el 25 de abril de 1975: el ascenso de las luchas exige a un sector de la burguesía volver a su origen; el sector que apoya ciegamente la dictadura militar, y de ella obtiene su supervivencia en el poder, necesita violencia sin mediaciones políticas formales. Entre dos modelos de «normalidad» elige el suyo propio, puesto que no ignora que otro puede ser una brecha por la que irrumpan las exigencias de las masas y arrastren el tinglado definitivamente. Otro sector de la burguesía seguirá creyendo que el regreso a las formas puras de la violencia que caracterizó al franquismo desde su origen y por su instauración, dificulta e incluso puede hacer imposible la continuidad del sistema que ellos cambiarían por la liquidación del régimen, hoy inservible. Se contraponen, simplificando a eslogan, el «así hasta donde lleguemos» al «aún estamos a tiempo». Gana la violencia.

Balance el 26 de julio de 1975: el estado de excepción decretado para Vizcaya y Guipúzcoa termina, tras un periodo de agudización del terror visible, con la sensación de un incierto triunfo policiaco y un demostrable fracaso político.

Euskadi: algunos hechos.
El Estado de excepción anuncia el regreso al clima de guerra de los años cuarenta, poco más o menos, pero aplicado en un «tejido social» bien distinto y localizado en Euskadi en un primer momento. Su intencionalidad es la misma, pero la nueva situación histórica, ese tejido social diferente y esa diferenciación agudizada en Euskadi, recorta desde su nacimiento la ofensiva, que se convierte, objetivamente, en una ofensiva a la defensiva; a la vez que traslada todos los niveles de represión fría —económicos, sociales, ideológicos, culturales, etc.— a la represión caliente. Por una parte, el estado de excepción no hace más que organizar y ejemplarizar formas represivas que han comenzado ya en ámbitos como el de la creación de conciencia-opinión, comunicación, etc., en la escalada amordazadora de una opinión que comenzaba a dejarse oir de alguna manera, bien suave, cierto, dentro de cauces bien estrechos, cierto también, pero señalando la inevitabilidad de la degradación informativa de la dictadura; señalando las contradicciones que salían a la luz como reflejo, borroso aún, de las que estallaban en el interior de la dictadura. Algo es algo, decía el ciudadano medio que nunca había tenido nada de nada; por eso ha habido necesidad de limitarlo.

La forma concreta de la represión caliente que cae sobre Euskadi a partir del 25 de abril de 1975 consiste en dejar al país en manos de una banda de facinerosos con carnet oficial y todo poder político dimitido. El gobernador civil de Vizcaya reconoce en privado que no puede intervenir en las actuaciones de la policía, sean éstas las que sean y afecten a quien afecten, y a las que se opone el límite único de guardar las formas en los asaltos nocturnos evitando muertes directas; es decir, asesinatos en masa. Con esta condición se autoriza la actuación de las fuerzas parapoliciales, que en Euskadi es prácticamente un eufemismo, pues en general son los mismos policías de mañana y tarde que se convierten en activistas de la extrema derecha «indignados» por las noches; como el hombre lobo, poco más o menos. Y sin quitar méritos a las bandas fascistas realmente parapoliciales que, aunque en corto número entre los naturales, se ofrecen también para esas tareas, como el grupo que dirige Alfonso Caño, alcalde de Baracaldo. Otros grupos llegan de Madrid, y hasta se rumorea que entre ellos ejercen antiguos miembros de la PIDE portuguesa que han encontrado este empleíllo en que ocupar sus ocios y ganar algún dinero. En conjunto, una combinación orden-desorden que no son más que aspectos diferentes de un mismo desorden real, y de una forma de terrorismo proveniente del poder y ejercido incluso con las armas típicas del terrorismo: explosivos, armas, nocturnidad y hasta la utilización de su terminología; como secuestros, que empezaron siendo de publicaciones y ahora, sin haber abandonado ese ramo, se ejercen también contra personas. Un informe que circula clandestinamente por Euskadi aporta datos comprobados. Recojo algunos párrafos .
«Con fecha de 25 de abril de 1975, fue decretado por el Consejo de ministros el estado de excepción para las provincias de Bizkaia y Gipúzkoa, con una duración de tres meses, y cuyo contenido abarcaba la suspensión por este periodo de tiempo de los arts 12, 14, 15, 16 y 18 del Fuero de los Españoles, referentes a los derechos y libertades de expresión, libre residencia, inviolabilidad de domicilio, reunión y puesta a disposición de la autoridad judicial. Ya desde el primer momento se puso de manifiesto el carácter de este E de E en cuanto que las primeras detenciones, los primeros asaltos a domicilios particulares [...] fueron producidos en la misma noche del día 24, horas antes de producirse la publicación en el Boletín Oficial del Estado del decreto en cuestión. De la misma manera es digno de mención que la noticia fue silenciada por los medios informativos —radio y TVE— por mandato de la autoridad competente [...]

Como consecuencia de la implantación de este estado de excepción los acontecimientos que se han producido en las dos provincias, han desbordado todo lo inicialmente previsible y, al mismo tiempo, lo realmente acontecido ha sido constantemente ocultado, enmascarado y tergiversado por los medios oficiales. Por todo ello es por lo que el presente informe cobra una importancia mayor, puesto que recoge gran parte de los hechos sucedidos en la provincia de Bizkaia durante la vigencia del primer mes de E de E.
En este sentido es digno de destacar que con fecha de 23 de mayo fue declarada por el gobierno «materia reservada» toda información que hiciese referencia a hechos que tuviesen relación con la realidad que se estaba viviendo en las dos provincias, y, todo ello, debido fundamentalmente a que la misma prensa española comenzaba a reflejar el clima de terror que había sido impuesto en Bizkaia y Gipúzkoa, y al hecho de que también la prensa y radio extranjera empezaba a airear los hechos más destacados [...]
De todas las detenciones realizadas en este tiempo, son 65 las personas que han pasado con posterioridad a la Prisión provincial de Basauri, de las cuales 62 han sido puestas a disposición de la jurisdicción de Orden público, y 3 de ellas permanecen en prisión, en situación de no procesamiento, y puestas a disposición de la autoridad gubernativa. En cuanto a los detenidos y no procesados, que han sido posteriormente puestos en libertad, la cifra contabilizada alcanza las 123 personas, que han permanecido uno o varios días en comisaría o cuarteles de la Guardia civil, pasando algunas de ellas varios días en la prisión provincial. Es de señalar que éste es uno de los datos que pueden ser objeto de revisión puesto que ha sido prácticamente imposible la determinación exacta de todas las personas que han sido detenidas en este primer mes de vigencia del E de E. En cualquier caso, las cifras contabilizadas han sido repasadas detenidamente y confrontadas por varias fuentes de información.»

El informe habla también de los «cientos de personas detenidas y no introducidas en comisaría, pero que pernoctaron en la Plaza de toros de Bilbao, permaneciendo incluso, algunas de ellas, por espacio de tiempo superior a las 24 horas, por el mero hecho de carecer de documentación o ser de aspecto sospechoso».
«Gran parte de las detenciones que se producen en domicilios particulares van acompañadas de exhibición de armas de todo tipo: pistolas, metralletas, etc. Asimismo, las violencias en las cosas es usada en multitud de casos. En una de las detenciones producidas el 25 de abril, las fuerzas de policía, a las tres de la madrugada, rodean la pequeña casa en la que vive un trabajador destacado en las últimas luchas. La puerta es derribada sin llamar previamente. Los habitantes son despertados con una metralleta apuntándoles a la cabeza.

Escenas como éstas son repetidas en muchos domicilios. Se elige la noche como hora más propicia para la detención. En Ondárroa, la Vda de Leizar muere de infarto en uno de estos registros domiciliarios [...] Asimismo se producen traslados ilegales de personas detenidas en otras provincias (Nabarra, Alaba, Ibiza, Gerona, Avila) que son traídas a Bizkaia y Gipúzkoa para prolongar indefinidamente su detención [...]

En las calles de Bilbao, las personas son detenidas por el mero hecho de circular sin estar provistas del Documento Nacional de Identidad. Otras son trasladadas a la Plaza de toros por el mero hecho de infundir sospechas o hacer preguntas. Es de destacar asimismo que buena parte de los detenidos lo son por el hecho de tener alguna relación familiar o afectiva con personas huidas o detenidas

Un testimonio de una persona que estuvo retenida en la Plaza de toros manifiesta: «Fui conducida al autobús y cuando éste estuvo completo me llevaron a la Plaza de toros. La gente paseaba por los tendidos mientras los policías se mezclaban entre ella, y de vez en cuando decían al azar a tres o cuatro personas que les acompañaran. Se los llevaban a la Enfermería de la Plaza habilitada como sala de interrogatorio. Fueron muchas las personas que pasaron por ella, donde, además de interrogárseles se les golpeó duramente. Cuando me tocó el turno, me apalearon nada más entrar en las piernas y brazos».

Hasta aquí el informe. Que como todo documento de ese tipo, y en aras a la rápida y estricta información sumarial, se detiene en la descripción de una situación anormal. Pero el relato de quienes lo viven añade la angustia personal de cada anécdota. Las calles están tomadas a toda hora por los Policías Armados «especiales», con uniforme de campaña, dotados de metralletas y rifles con mira telescópica, que detienen a los transeúntes que les viene en gana —cada vez habrá menos por las calles de Bilbao y San Sebastián, nadie de noche, cines y cafeterías se encuentran totalmente solitarias a partir de que oscurece; los empresarios de estos negocios se dirigen al gobernador civil llorando su ruina si la cosa continúa— poniéndoles contra la pared con los brazos en alto y teniéndoles así a veces horas. En algunas zonas de ambas capitales, centenares de personas que se dirigen a sus casas entre ocho y nueve de la noche son obligadas a detenerse, a amontonarse en un par de bares que hacen de «depósito», con prohibición de llamar por teléfono a su familia para comunicar dónde están, y retenidos allí hasta pasada media noche, a veces hasta la madrugada. En ocasiones, la operación es tan gratuita y tan dedicada únicamente a dar sensación de fuerza, humillar al ciudadano y demostrarle su escasa importancia en el sistema, que ni siquiera miran sus documentos, les retienen simplemente, no les hacen caso y cuatro o cinco horas después, a veces coincidiendo con el relevo, les mandan para casa con frases despectivas o un tratamiento infantil, recomendándoles que se acuesten y sean buenos. Así constantemente, entrando en bares, cafeterías, salas de fiestas, esperando a la salida de los cines, haciendo apearse a la gente de los autobuses. En una sala de fiestas, cuyos clientes se creían inmunes, fueron sacados a culatazos miembros de «las mejores familias bilbaínas», gritando histéricamente los policías: «Nosotros estamos de luto porque han asesinado a compañeros nuestros y aquí no se divierte ni Dios».

Fueron constantes los registros domiciliarios y los cacheos personales. El clima de ciudad tomada será inolvidable para los habitantes de Bilbao y San Sebastián durante muchos años. La inseguridad —nadie responde de los desaparecidos y se habla de muertes— transforma a esas ciudades. La Brigada social, por su parte, toma rehenes cuando no encuentra en casa a la persona buscada, y sólo a la presentación del perseguido son liberados hermanos, madres, hijos pequeños. Se detiene a gentes de toda condición y edad, como al médico de Galdákano, Ponciano Zabala, de 60 años, y al cura Eustasio Erkicia, conocido por Tasio, que es arrastrado hasta comisaría de donde saldrá poco después para el hospital en estado preagónico.

Se conoce el asesinato en un control de carreteras de la súbdita alemana Alexandra Leckel. Se conoce el asesinato en Ondárroa de un muchacho, Luis Arriola, en la noche del 23 al 24 de mayo, después de una cena de alumnos del COU con sus profesores: hacia las doce y media de la noche salieron del restaurante cantando en euskera; al pasar por delante del cuartelillo unos guardias civiles cogen a Luis Arriola y le meten dentro por la fuerza, poco después sus compañeros oyen un disparo y el muchacho sale del cuartel tambaleándose. Tiene un tiro en el pecho, disparado a medio metro de distancia, a la altura del corazón. Muere allí mismo y allí se queda. Nadie es responsable. Unos días después los «guerrilleros» ponen una bomba en el comercio que el padre de la víctima tiene en el pueblo. Otro muchacho es asesinado días después por un guardia civil de paisano, borracho, en un bar de Munguía. Nadie es responsable. En ambos casos, los periódicos se callan.

Los asesinatos son numerosos. En Gernika:

«El día 14 de mayo, a las seis y media de la mañana, la Guardia civil rodea la manzana de casas donde está enclavado el n° 47 de la calle Señorío de Vizcaya, y da la orden de rendición. Se desencadena un tiroteo entre ambas partes. Por parte de los atacantes, un teniente de la Guardia civil vestido de paisano, cae sobre la acera herido en la cabeza. Desde la casa donde se refugiaba el comando cesa el tiroteo, pero la Guardia civil continúa disparando. En total dura algo más de 20 minutos. Al cesar los disparos el dueño del piso primero izda sale al exterior (Iñaki Garai Legarreta) y grita que en su casa no se esconde nadie. Recibe una ráfaga de metralleta en el estómago y agoniza durante unas dos horas. Al caer el marido, su mujer, Blanca Saralegi Allende, sale a la ventana gritando |Asesinos...! y pidiendo auxilio. Recibe muchos impactos. Entra la Guardia civil en la casa que ordena ¡Que la maten! ¡Matarla! y se oyen dos últimos disparos (el cadáver de Blanca Saralegi tenía después una gasa en la frente por donde habían entrado los disparos de gracia) [...]

El que posteriormente murió, Markiegi, salió hacia el este, cruzó el río y llegó al caserío Mendieta (propiedad de los herederos de Iturria Zabala), con vivienda doble, habitado por una viuda con dos hijos y por un matrimonio. El fugitivo, que estaba herido, pidió ropa seca. Le dieron ropa seca y salió del caserío al oir los ladridos de los perros que se acercaban, entrando en una pequeña construcción rústica existente junto el camino, que no tardó en ser rodeada por los perros. Entonces salieron el casero y la viuda para decirles a los guardias que le habían dado ropa seca y que carecía de armas, por lo que no corrían el menor peligro de ser atacados. Abrieron la puerta donde se había refugiado y el chico estaba con los brazos en alto. Fue acribillado. Su cuerpo desnudo fue llevado al cuartel de la guardia civil de Gernika, permaneciendo durante cierto tiempo en las zarzas de una huerta, cubierto por un plástico.»

Estos dos relatos del asalto a una casa de Gernika y la posterior liquidación del etarra que consiguió huir al asedio nunca han sido publicados por una prensa que los conoce perfectamente. Tampoco fueron denunciados, menos aún condenados, los asesinatos por ningún demócrata, ni cristiano ni social, tan fáciles al llanto en otros casos.

Después los interrogatorios, que en algunos lugares llevan a cabo policías con las caras cubiertas por una máscara, para evitar represalias posteriores. El informe precisa: «El trato de los detenidos en comisarías y cuarteles, especialmente a partir del día 8 de mayo, puede calificarse de brutal, siendo la mayor parte de los detenidos sometidos a graves golpes, malos tratos, amenazas, vejaciones e incluso torturas, tal como se pone de manifiesto en la declaraciones de algunos de los detenidos».

Por lo menos en cuatro ocasiones son trasladados de comisarías y cuarteles al hospital, con hemorragias de ano, nariz y oídos. Una vez curados, y con la evidente complicidad de algunos médicos, son llevados nuevamente a sus lugares de
detención para continuar los interrogatorios.

«Respecto a los familiares que acuden a los citados centros de detención, a fin de recabar información sobre los detenidos, o para llevarles ropa y comida, muchos de ellos son desatendidos e incluso se les niega la realidad de la detención. Son contados los familiares que consiguen ver a sus parientes.»
El aspecto fantástico de los Policías Armados «especiales» en uniforme de campaña y tras sus viseras y máscaras de plástico, evolucionando por las calles de Bilbao y San Sebastián, y el decimonónico uniforme de la Guardia civil por las carreteras de Vizcaya y Guipúzcoa, dan durante unos meses clara idea de la continuidad y el verdadero rostro del país opresor. Juntos, son un símbolo: toda la siniestra historia del caciquismo feudal en los tricornios; toda la agresividad de un «progreso» al servicio de la represión para alcanzar como sea un lugar en el futuro, en los especiales.

La violencia se prolonga en los medios de comunicación que regresan al lenguaje original del insulto y la calumnia. Y cuando los medios de comunicación disienten, o meramente se diferencian, e incluso cuando su entusiasmo en el halago parece insuficiente, la represión les alcanza igualmente. Por su parte, los periódicos del Movimiento incitan a las torturas y a la violencia; lo que supone otra forma del ejercicio de la violencia. El Alcázar les secunda. Y la prensa llamada independiente oscila en las tensiones producidas entre los nuevos periodistas por no prolongar el envilecimiento de la profesión sumando el suyo propio y la necesidad-satisfacción de las empresas, que juegan al posibilismo del cambio o simplemente apoyan la continuidad de la dictadura tal y como está o variablemente remozada. O alternan todas las perspectivas según las demandas del mercado lector-anunciante, en un juego político que se pretende hábil y resulta burdo, como el del banquero demócrata catalán Jordi Pujol, que desata la represión en el interior de la revista Destino, de la que es importante accionista, con sus denuncias públicas de «rojos» —un rojo bastante desvaído por otra parte— contra miembros de la redacción y colaboradores, en el mejor estilo de los años cuarenta, y con todo lo que en este momento comporta tal denuncia; lo que no le impide hablar de la democracia sueca como ideal. El lenguaje político como elemento de confusión-represión juega un papel importante en todas partes; aquí, de primer plano.

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