«No se mata por matar, ni siquiera Franco. Se mata por algo, para algo. Y se está en el poder a los 82 años y en ruina física por algo y para algo. Aun con la cierta autonomía real que el aparato político adquiere sobre la formación social a que responde y de la que esa formación no se sacude exactamente cuando quiere y de una manera mecánica, el aparato político del franquismo obedece a las necesidades de la reacción de las fuerzas sociales a que responde, y Franco es una parte, una parte muy importante, de su propio aparato político e ideológico; el franquismo existe y se mantiene porque existe y se mantiene Franco que a su vez políticamente existe y se mantiene porque existe y se mantiene el franquismo, ambos y así necesariamente correspondientes y necesarios para unas clases en un momento histórico .La venganza es necesaria, las ejecuciones no son una acción política aislada y necesaria para terminar con el «terrorismo»; ese tipo de lucha tiene difícil fin y eso se sabe. »
El ejército está detrás y no hay que confundir las cosas. Cierto, se detiene a militares, se exila un capitán de aviación, se hacen declaraciones desde París en las que se manejan unas cifras que muchos observadores consideran exageradas —ochocientos miembros de la unión militar democrática—, y se utilizan estos datos para contratar y para pactar. El enemigo se reduce, son cuatro ultras en torno al Pardo, hasta el ejército es ya —o va a serlo muy pronto— democrático. Todos juntos contra un solo hombre malo, el general del Pardo, «el demonio de los mares», o por lo menos de los ríos salmoneros, con lenguaje de este comic interesado que el reformismo pretende desarrollar como análisis de las fuerzas reales en presencia. Pero no es una historieta, sino la historia. Y la historia va escribiéndose de manera diferente, ante la que toda deformación supone interés o error. Si hay error, la denuncia constante exige poner ante los ojos del movimiento obrero el burdo desvío de la realidad que se está planteando. Si se trata de intereses en juego, ¿los intereses de quién? La denuncia, puesto que no son los intereses de clase de ese movimiento los que llevan a apoyar una política que apuntale las vacilaciones de la burguesía del cambio, tiene un doble supuesto, además de una urgencia que la hace inaplazable y de una exigencia que la tiene que hacer permanente: el efecto de clarificación en cuanto rechazo de unas tesis y una práctica política contrarias a los intereses objetivos del proletariado y capas populares, y el efecto educativo del análisis y verificación de su contenido real. Si se refuerzan los organismos y plataformas interclasistas, se abre un crédito a los intereses no ya ajenos, sino contrarios, los intereses antagónicos precisamente; si se pretende el reforzamiento de las organizaciones de masas, el camino es el inverso al elegido por los movimientos reformistas, pues no parece que pueda hacerse más que a través de la autoorganización y la comprensión extensiva de que la iniciativa en la lucha dará su dirección, y mediante acciones unitarias de clase.
Y respecto al ejército, que asume institucionalmente la represión a los niveles más altos, la respuesta correcta no parece que sea esperar a que los supuestos, o reales, ochocientos oficiales demócratas crezcan, asciendan, se impongan y contemplen la autodestrucción del aparato militar del Estado burgués, que es su autodestrucción social, sino todo lo que se desprende de esa frase, tomada en préstamo como título, que resume las consignas de la hoja repartida por los cuarteles de Euskadi:
«Compañeros soldados: Ayer se celebró en Burgos el Consejo de guerra contra Garmendia y Otaegui. El fiscal militar pide para ellos la pena de muerte. A través de este juicio farsa contra dos hijos del pueblo vasco, el ejército aparece de nuevo implicado en los proyectos criminales de Franco y los suyos. Vuestros jerifaltes suelen decir que «los militares no se meten en política», que el ejército sirve «para defender a la nación de posibles ataques de potencias extranjeras». Este burdo cinismo contrasta fuertemente con lo que estamos viendo todos los días. ¿Qué hace en realidad el ejército?
—Llevar al matadero del Sahara a contingentes cada vez mayores de soldados de reemplazo para que defiendan con su sangre los fosfatos de cuatro ricachos y para que se ganen el odio del pueblo saharaui al que el franquismo niega su derecho de elegir libremente su destino. —Ayudar a los civiles, a los grises y al tribunal de Orden público a machacar a los luchadores antifranquistas, conduciendo al garrote vil a los revolucionarios que pasan por sus siniestros Consejos de guerra, como lo hicieron ayer con Salvador Puig, lo intentan hacer con Garmendia y Otaegui y lo intentarán después con Pérez Beotegui, Pablo Mayoral y sus compañeros del FRAP, Eva Forest, Antonio Durán... y con todos cuantos se atrevan a levantar su voz contra este régimen de explotación y terror. Esto pasa porque, en realidad, la misión del ejército no es otra que defender a los tiranos y a los capitalistas de la lucha, cada día más amplia, de la clase obrera y del pueblo contra la opresión y la explotación. Así, los oficiales que ponen en cuestión tímidamente esta «misión» son encarcelados (como ha pasado con los ocho capitanes de Madrid), mientras unos generales gorilas sueñan con poder utilizar a sus regimientos para emular contra el pueblo las hazañas de Franco y Pinochet.
¡Hay que impedir que este ejército de guerra civil lleve a la muerte a Garmendia y Otaegui! ¡Los trabajadores y el pueblo ya han empezado a luchar para salvar sus vidas: con la Huelga General de Ondarroa y Gernika, los paros de Altos Hornos, General eléctrica, Babcock, Banca... con manifestaciones en Zarauz, en Hernani, en Lekeitio, las numerosas acciones en todos los barrios y pueblos de Vizcaya y Guipúzcoa, con las huelgas de hambre que mantienen 290 presos políticos de Basauri y otras cárceles... En su nombre, en el de la clase obrera y el pueblo, os llamamos también a vosotros, compañeros soldados: Obreros, empleados, estudiantes, campesinos de uniforme. ¡¡Unios a nuestra lucha para salvar a Garmendia y Otaegui!! ¡¡Organizaos en vuestros cuarteles para discutir las formas de apoyar a los trabajadores y al pueblo!! ¡Abajo las penas de muerte! ¡Fuera los Consejos de guerra! Libertad para todos los presos políticos! ¡Libertad para los militares encarcelados! ¡¡Los generales con los banqueros, los soldados con los obreros!! Comité provincial de Vizcaya de LCR-ETA VI.»
Los Consejos de guerra, de esa tanda que se pretende la primera con la promesa de un trágico «continuará», terminan con un balance sorprendente para muchos, y aun realmente para todos si se sitúan en el múltiple marco del año en que esto ocurre, del continente en que tiene lugar, del tiempo transcurrido desde el fin de la guerra civil, etc. Once penas de muerte por delitos políticos, en Consejos de guerra en los que ninguna norma jurídica ha sido respetada, es una cifra poco frecuente; once penas de muerte en unos Consejos de guerra en los que no se ha podido demostrar que mataran pero tampoco se ha podido demostrar que no mataran que era la propuesta del poder, y aun que no pertenecían a ninguna organización, sobrepasa la medida incluso para el franquismo. Pero es posible aunque resulte difícil creerlo, y en el otoño de 1975 se anuncian once penas de muerte que proponer a la firma de Franco mientras su prensa —rotos los espejos— considera un payaso sangriento a Idi Amin Dada de Uganda. Once penas de muerte que no se cumplirán, dicen algunos. Que se cumplirán en proporciones variables, aseguran otros. Porque como Herrera Esteban ministro de Información que no venía a cerrar nada que estuviera abierto y por poco nos pone esparadrapos en los ojos, acreditándose con prontitud en el difícil record de ser uno de los hombres del régimen que menos verdades ha conseguido decir desde un cargo oficial, afirma en una rueda de prensa: «El embarazo de las dos condenadas a muerte no ha sido contemplado por el gobierno», cuando se le pregunta por los posibles indultos, o conmutaciones, de los condenados. Lo cual, además de la brutalidad que a simple vista denota la frase supone la disposición a transgredir su propio Código penal que sí contempla el embarazo de una condenada a muerte. Los Consejos de guerra resumen su tarea paródicamente justiciera en esas once condenas. De ellas, hay que repetirlo porque la España negra ha vuelto a escupir en el suelo, dos mujeres, una comprobadamente embarazada, se dice que las dos, y un hombre gravemente enfermo, irrecuperablemente disminuido en su capacidad mental.
La venganza.
Hubo rumores al anochecer del viernes 26 de septiembre, y en algunos lugares el pueblo se echó a la calle. Se confirmaron en la atónita mañana del 27, un sábado triste con ojos rojos y mucha rabia. Cinco condenados habían sido ejecutados; es decir, cinco presos políticos habían sido asesinados. Se había cumplido la amenaza. Se había, en realidad, cumplido la venganza. Si hablar únicamente de venganza parece frivolizar políticamente la cuestión, no lo es tanto si se aclara que se trata de una venganza histórica y colectiva, no de una represalia personal llevada a cabo en un momento de ira o de temor. La ira y el temor existen también, pero las órdenes de ejecución que Franco firma están muy bien pensadas, aunque previstas muy mal las consecuencias. Franco, en ese momento, tiene ochenta y dos años y le faltan dos meses y cuatro o cinco días para cumplir ochenta y tres, la enfermedad de Parkinson y otras dolencias que arrastra desde el verano de 1974, la salud arruinada y apenas se le oye pues su amanerada vocecita de mozo de serrallo se ha encogido; pero todo ello no le hace plantearse la vida humana ajena de manera diferente, ni la política que representa con otras posibilidades menos trágicas. El tierno abuelo de mentón flácido y ojos llorones ni siquiera odia, de eso se encargan quienes le rodean, que le han descargado de las rudas tareas del espíritu; quismo obedece a las necesidades de la reacción de las fuerzas sociales a que responde, y Franco es una parte, una parte muy importante, de su propio aparato político e ideológico; el franquismo existe y se mantiene porque existe y se mantiene Franco que a su vez políticamente existe y se mantiene porque existe y se mantiene el franquismo, ambos y así necesariamente correspondientes y necesarios para unas clases en un momento histórico .La venganza es necesaria, las ejecuciones no son una acción política aislada y necesaria para terminar con el «terrorismo»; ese tipo de lucha tiene difícil fin y eso se sabe. Desde la promulgación del decreto-ley hasta los primeros días de octubre, se producen los siguientes atentados admitidos oficialmente: 14 de septiembre, muere un Policía Armado en Barcelona; 30 de septiembre, dos Policías Armados son heridos gravemente en el curso de un atraco a la Residencia de la Seguridad Social que produce una ganancia de 21 millones de pesetas a sus autores, uno de los policías muere pocos días después; 1 de octubre, tres Policías Armados muertos y uno herido grave, en Madrid; 6 de octubre, tres guardias civiles muertos y dos heridos de gravedad en un atentado en Oñate (Guipúzcoa). Estas dos últimas acciones, 1 y 6 de octubre, son respuestas a los cinco fusilamientos del 27 de septiembre.