domingo, 12 de octubre de 2014

Segunda parte del folleto «Violencia revolucionaria». Grupos Autónomos de Combate - Ediciones Mayo-37


«En los periodos no revolucionarios, los grupos ra­dicales tienen igualmente entre otras tareas, y cuando es posible y necesario, la acción violenta organizada. En tal periodo, como en los periodos revolucionarios, los revolucionarios son proletarios como los otros. El que estén conducidos momentáneamente, o quizá por años, a mantener ciertas normas de clandestinidad y utilizar en determinadas ocasiones determinados métodos de seguridad personal, él que todo esto llegue a darles un "estatuto" especial en la lucha de clases no debe ser óbice ni para considerarles "separados de las masas", ni "cortados del proletariado", ni a que se auto consideren la vanguardia divina.»


REFLEXIONES SOBRE LA VIOLENCIA.

Estos actos no tenían un fin político en el sentido en que la política consiste en actuar sobre los otros, a reagrupar, a formar un poder reconocido que busca un sitio en la sociedad.

Los expropiadores no pretendían ser los nuevos "star" salvadores del pueblo y del proletariado ([1]), no ambicio­naban a golpear a cualquier precio la imaginación de la gente, sino que se daba como uno de sus objetivos funda­mentales la de procurarse los medios financieros necesa­rios para continuar su práctica, que no se limitaba en absoluto a organizar una organización armada.

 
I. Se nos podrá reprochar el situarse no muy lejos de la formula de Proudhon quien sabía: propiedad = robo. Ciertamente el robo no es la destrucción de la propie­dad. Es sin embargo un medio -limitado, pero útil en ciertos casos- para organizar la lucha contra el mundo de la propiedad. Esta fuera de lugar intentar dar un jui­cio "por" o "contra" de estos métodos pues su empleo es un asunto de : 1º) determinación social, y, 2º) de oportunidad.


II. La concepción materialista de la violencia excluye toda posición de principio.

Ella no consiste tampoco en invertir los valores de la so­ciedad burguesa haciendo del terrorismo un bien y no un mal. El revolucionario roba (o expropia) para satisfacer una necesidad -social- de actividad subversiva ([2]).

III. No son los revolucionarios quienes provocan la violen­cia, sino que esta es un producto social.

Sin embargo no todo acto violento es forzosamente revolucio­nario. A causa de la inmadurez del movimiento comunista, esta violencia parte en diferentes sentidos - obedeciendo a las determinaciones sociales propias de cada individuo o grupo - llegando incluso a representar (de hecho a pesar suyo) dentro del movimiento revolucionario una práctica que irremisiblemente aboca en la reconstrucción de aque­llo que pretende combatir: el Capital.

IV. Y esto no solo a largo plazo sino que en cada momen­to concreto expresan tal tendencia, utilizando todos los resortes psicológicos e ideológicos propios de los repre­sentantes "reconocidos" del Capital. Tal es el caso de aquellos que recurren a la violencia armada esencialmente para ganar el corazón de las masas y para hacer presión con el fin de ser reconocidos como los "dirigentes del proletariado", ser la "vanguardia del pueblo", etc.... Todos estos lo único que expresan mediante su practica es su as­piración a imponer un nuevo poder, en el mejor de los ca­sos la "dictadura del proletariado pero ...(como no) ... dirigida por su partido".


V. Es el capital quien, por naturaleza, expropia. (Es el capital quien de hecho realiza la "expropiación de los expropiadores") desproveyendo a los individuos de su contorno natural a todos los niveles. Priva los hombres, e incluso las cosas (así la naturaleza ha dejado de ser tal para convertirse en el basurero, y  el laboratorio de ensayo de la industria capitalista), de su ser.


VI. Es perfectamente normal que los que se levantan con­tra el capital procedan también a reapropiarse a todos los niveles: materiales, psicológicos, culturales, teó­ricos... y también financieros.

Mientras que el capital exista el dinero es el mediador privilegiado de toda acción social. Mientras que el ene­migo triunfa, el se impone como mediación. Es inevita­ble que individuos o grupos radicales sean conducidos a apropiarse por la fuerza de ciertas sumas de valor, si bien su fin (mejor aun: su lógica, el sentido de su mo­vimiento) sea dirigida contra el Valor bajo todas su formas.

VII. Solo se extrañaran o se escandalizaran los que no tienen necesidad de medios para actuar, porque no ac­túan; o los que disponen de un aparato burocrático o, incluso, el apoyo de un Estado; o los mutilados por la moral burguesa.


VIII. La violencia no es un medio que se decide emplear porque los otros se revelan ineficaces.

Todos los que se dedican a teorizar sobre la "imposibi­lidad del paso pacifico al socialismo" caen en la trampa tendida por los representantes del Capital ruso en el movimiento obrero. De esta naturaleza fueron las diferen­cias existentes sobre la cuestión, en la ruptura entre China y Rusia.

No es tampoco una defensa contra un ataque, como si debiéramos siempre justificar una actividad violenta presentándonos como el “agredido". Los comunistas no necesitamos convencer a nadie que nos han previamente agredido. Primero somos victimas de la represión y posteriormente somos victimas de los "organizadores de solidaridad" y "solidarios" que nos piden explicaciones sobre quien tiró el primero, o "donde va el dinero". La violencia no es un simple instrumento. Las teorías de la violencia defensiva hacen el juego al enemigo. (Leer a su máximo apóstol S. Carrillo).

lunes, 6 de octubre de 2014

Cuando la bandera roja de los soviets de soldados y obreros ondeó en la catedral de Estrasburgo

[Publicado en el blog http://syndicats.contre.classe.ouvriere.over-blog.com/ con fecha 17-1-2012. Traducción propia]

 
¡Consejos de soldados y obreros en Alsacia-Lorena, desde Colmar a Mulhouse, desde Estrasburgo a Hagenau, desde Metz a Thionville! ¿Que historia es esta? No busquéis en los libros de historia, porque para las autoridades francesas los consejos de obreros y soldados en Alsacia-Lorena no han existido nunca (o solo han existido un poquito)
La epopeya de los marinos que regresaron a Alsacia para llevar a cabo la revolución, su voluntad de organizar los consejos de obreros y soldados (también llamados «soviets») en Colmar en Mulhouse, en Haguenau, en Estrasburgo…Luego veremos como la oposición de los “socialistas” alsacianos franceses supo desviar esta ola revolucionaria para activar la llegada del ejército francés, librando así a Alsacia del yugo alemán, aún siendo tan imperialista y “todavía menos” bolchevique… (Extracto del dossier de prensa “Cuando la bandera roja ondeó en la catedral”)
En Alemania, el 30 de octubre de 1918 el Estado Mayor del puerto de Kiel y de Wilhelmshafen ordena, sin consultar con el gobierno, una última salida de la flota alemana. Pero los marinos, rechazando morir por honor, se amotinaron. El día 31, queriendo llevar a cabo furiosamente su último combate de honor, el empecinado Estado Mayor traslada 600 marinos amotinados a Kiel, uno de los principales puertos de guerra, y pone bajo arresto a los dirigentes. Muchos de los 16.000 alsacianos incorporados en la Marina de Guerra habían participado en el amotinamiento de Kiel. Vuelven a su casa, y con ellos viaja el espíritu revolucionario. A finales de ese mes de Octubre, numerosos soldados, marinos y obreros decidieron elegir consejos obreros, similares a los soviets rusos, tomando el poder en numerosas ciudades del país. Los marinos se libran de la tutela de sus oficiales y se organizan en soviets apoyados por los obreros de los astilleros. Reclaman la paz inmediata, reivindican la creación de consejos obreros y campesinos y la abolición de la dinastía, y pronto la bandera roja flota sobre todos los navíos en el Báltico.
 
El contagio revolucionario se extiende rápidamente. El movimiento gana las grandes ciudades del Norte: Lübeck, Hamburgo, Bremen. En noviembre Colonia, Munich y Berlín. Un viento de libertad sopla sobre Alemania: el 3 de Noviembre de 1918, el ejército dispara sobre 600 manifestantes que exigían la liberación de los marineros amotinados. Al día siguiente se produce la insurrección. Para los revolucionarios, ha llegado la hora. El 8 de Noviembre un consejo de obreros, campesinos y soldados establece la «República de Consejos de Baviera». El mismo día, la población de Estrasburgo conoce la proclamación de esta República de Consejos y la situación es de insurrección. En Alsacia-Lorena el estado Mayor alemán es depuesto. Se crea en Berlín un «comité de acción» compuesto, en parte, por espartaquistas y por delegados de fábrica. El miedo a una revolución emancipadora, continuación de la guerra, se apodera de las clases burguesas, y la reacción de los principales jefes de los partidos socialdemócratas de Francia y de Alemania es la misma: hay que restablecer el orden a cualquier precio. El 9 de noviembre de 1918 Guillermo II (emperador de Alemania, descendiente de la dinastía prusiana de los Hohenzollern, protegido de los nazis, y muerto en 1941) abdica, y el canciller Max Von Baden (canciller del Reich) transmite sus poderes al socialdemócrata Friedrich Ebert (primer presidente de la República alemana desde 1919 a 1925; ya nacionalista en 1914 y partidario de la “unión sagrada”, participa en la represión y destrucción del movimiento espartaquista en 1919).
 
Los marinos de Kiel, muchos originarios del land Elsass Lothringen, deciden requisar dos trenes para volver a sus casas. Hay que subrayar el activo papel jugado por los alsacianos en la preparación y el desarrollo del movimiento revolucionario en el interior de los diferentes partidos de Alemania. Llegan a Estrasburgo el 9 y el 10 de Noviembre y hacen de la estación un centro de libertad. Era necesario extender por Alsacia el incendio que comenzó en las costas del mar del Norte y que comprendía toda Alemania.
 
«Durante la noche, el tren se dirigía a toda marcha pasando Osnabruck, Dusseldorf, Colonia sin detenerse, con su chimenea lanzando chispas. Era el miércoles 13 de Noviembre. Hoy jueves, han llegado a Estrasburgo: solamente 180 hombres. Porque habían dejado 40 durante la ruta en Metz y en Sarrebruck. Los 180 formaron filas en la gran plaza de la estación de Estrasburgo, se pusieron los fusiles a la espalda y sin perder un minuto, con la bandera roja a la cabeza, se dirigieron por la estrecha calle Kuss hacia el muelle Saint-Jean, después hacia el muelle Kleber, desde donde llegaron rápidamente al Palacio de justicia; iban a toda velocidad porque ya habían comprendido una cosa: en materia de guerra o de revolución, la rapidez es determinante. Si no eres lo bastante rápido, loe s el otro, y si eres más rápido que el otro, tienes ya la mitad ganada.»
 
Los obreros se declararon en huelga movilizándose para apoyar el movimiento revolucionario. Como una mancha de aceite se extiende a todos los cuarteles y acantonamientos de Alsacia hasta el frente. En el frente de los Vosgos, se confraterniza y se manifiesta con la bandera roja. En Saverne los soldados se amotinan, mientras que en Lorena los numerosos inmigrados italianos presentes se unen al movimiento. Los militares (lo esencial de la población activa obrera viste uniforme) y los obreros que enarbolan la bandera roja organizan consejos en Haguenau, Colmar, Mulhouse, Selestat, Saverne, Guebwiller, Metz, Schiltigheim, Bischwiller, Molsheim, Erstein, Neuf-Brisach, Thionville, Sarreguemines, etc. La administración municipal se hunde, y la revolución no encuentra resistencia de la población en ningún lugar.
Los consejos toman las fábricas a su cargo, mientras que las minas son ocupadas, como en Knutange. En Algrange, Hagondange, Rombas, estallan las huelgas salvajes. Las consecuencias de la llegada de los insurgentes son inmediatas: el antiguo Estado se derrumba y se lleva por delante el gobierno Schwander-Hauss (nombre del alcalde de Estrasburgo y del secretario de Estado alemán); pero, según la situación en las ciudades y pueblos, no hay de forma sistemática una transformación importante de los poderes institucionales. Para internar oponerse a los revolucionarios, los parlamentarios transformas el Landtag en consejo nacional de Alsacia-Lorena, o Nationalrat. En realidad, el Nationalrat, parlamento que se supone constituir la representación nacional alsaciana, no tiene ninguna fuerza, y sólo subsisten órganos de poder a escala local. Al mismo tiempo, los socialdemócratas alsacianos favorecen la creación de consejos obreros, y participan en ellos en toda la Alsacia-Lorena para poder infiltrarse y controlar el movimiento revolucionaria, para servir de contrapeso a los consejos de soldados, mucho más inclinados en la búsqueda de una ruptura social. Estos socialdemócratas son “nacionalistas chauvinistas”, unidos a la herencia jacobina de la Revolución francesa, hostiles al internacionalismo, a la autonomía de Alsacia-Lorena y a la emancipación del proletariado. (Leer «La socialdemocracia alsaciana apoya y aplasta los soviets en noviembre de 1918» y «El mito de la izquierda: un siglo de ilusiones socialdemócratas».

 
 

viernes, 3 de octubre de 2014

«Violencia revolucionaria». Grupos Autónomos de Combate - Ediciones Mayo-37

«...el terrorismo y el sabotaje son armas actualmente utilizables por todo revolucionario...este terrorismo puede ejercerse por la palabra y el acto...»

 

 «...atacar el capital y sus files guardianes, de la extrema derecha a la extrema izquierda. He aquí el sentido de nuestra práctica»

 

El Movimiento Ibérico de Liberación, tras su congreso de autodisolución en el verano de 1972, divide sus tareas en dos áreas: los Grupos Autónomos de Combate y las Ediciones Mayo 37. Después de ese congreso sufre una fuerte represión que desembocaría, en 1974, en el asesinato de Salvador Puig Antich. En el otoño de 1972 es editado el folleto «Violencia Revolucionaria», publicado en su formato original en la página http://www.mil-gac.info.

 
ooOoo
 
INTRODUCCION

El 16 de septiembre [del año 1972, nota de Historia Popular], después de una expropiación a mano armada en Bellver de Cerdanya, provincia de Lérida, Jose Luis PONS y Oriol SOLE fueron cogidos por la guardia civil, después de un tiroteo, cuando estos in­tentaban pasar la frontera.
 
El 24 en Barcelona, y en el momento de la detención de tres camaradas, Santiago SOLER, Javier GARRIGA, y Salvador PUIG, este último, en el intento de huir hizo uso de su arma hiriendo mortalmente a un ins­pector de la B.P.S., siendo él mismo herido gravemente y conducido al hospital.

Por les mismas fechas, la policía interviene en varios domicilios de conocidos obreros y lleva a cabo otra serie de detenciones. Todos los periódicos de España han puesto la noticia en la página de hechos diver­sos e intentan hacernos pasar por una "peligrosa banda de gángsteres". Poco a poco en Barcelona, comienzan a movilizarse todos aquellos que conocen nuestras activi­dades con el fin de que la patraña policiaca no llegue a sus últimas consecuencias.

La publicación de los textos que siguen cree­mos que serán la mejor información sobre nuestras actividades.

El primer texto, "Hacia el Comunismo”,  es una reproducción de lo que en su día sirvió para marcar el carácter de nuestras actividades.

"Reflexiones sobre la violencia" son una serie de notas explicativas, críticas y autocríticas del problema de la agitación armada, posteriores a la fecha en que los camaradas han caído.

El tercer texto tiene un interés inmediato y táctico: trazar una línea neta entre nosotros y los "organizadores" de la solidaridad.
 
G.A.C. Ediciones Mayo-37

"Las revoluciones proletarias…se burlan despiadadamente de las dudas, debilidades y las miserias de sus primeras tentati­vas, pareciendo abatir su adversario para permitirlo sacar nue­vas fuerzas de la tierra y dirigirlas de nuevo contra ellas, re­culando constantemente de nuevo delante la inmensidad infinita de sus propios fines, hasta que sea creada la situación que hará imposible toda marcha atrás".

                                                                                          C.Marx (18 Brumario de José Stalin)

Hacia el Comunismo

I

Tras el fracaso de la revolución internacional de 1848 y a partir de la ideologización de su teoría, se preveía para fines de siglo la imposibilidad del sistema del Capital para reproducirse.

De acuerdo con dicha teoría, los órganos soberanos de la lucha de clases y de la revolución socialista eran dos:

- los sindicatos reformistas

- los partidos reformistas al mando de dicho sin­dicatos y aplicando en su nombre una practica política de participación en el parlamento burgués.

Pero en realidad, el reformismo (partidos y sindicatos), solo servía para reforzar la subsistencia del sistema.

A principios de siglo pudo constatarse que el Capital se reproducía - contra la previsión de los teóricos del Mo­vimiento obrero - y que por consiguiente: 

- el reformismo era totalmente inca­paz de eliminar el sistema del Capital mediante la sola dinámica del problema de su reproducción.  (crisis del sistema capitalista : Bélgica 1904, Rusia 1905, Bélgica 1906, teorización de la huelga salvaje por la Iz­quierda Alemana, estallido de la guerra imperialista 1914-1918, Rusia 1917, Alemania 1918-19, Hungría 1919, Italia 1920, fascismos, crisis del 29, etc. ...).

- quedaba así claro que ni partidos parlamentarios ni sindicatos reformistas eran los órganos de la revolución social sino tan solo de la contrarrevolución del Capital (Alemania 1919, Hungría 1919, Rusia 1921, etc....).

La revolución socialista solo es frenada por partidos parlamentarios y sindicatos reformistas, y además se ve impuesta -con o sin reproducción del Capital- una practica anti-reformista, es decir, partidaria en su acción del anti-parlamentarismo y de la organización de clase (sindicalismo revolucionario, barricadas, te­rrorismo, consejos obreros, etc.).

Después de las consecuencias ultimas de la Crisis mun­dial (fascismos, crack del 29, guerra inter-imperialista 1939-45, reconstrucción de la post-guerra, posibilitad con ello una nueva reconstrucción del Capital en tan críticos momentos hasta la siguiente crisis de la reprodu­cción del Capital, etc. ...), después de ver limitados los objetivos de lucha anticapitalista a solo los de lucha antifascista,  se plantea de nuevo no solo la necesidad urgente del anti-parlamentarismo y de la organización de clase, sino de pasar así de los objetivos puramente antifascistas a los objetivos del Movimiento comunista, que en su fase de flujo es la Revolución internacional y la abolición del trabajo asalariado y el cambio. 

II

No pueden comprenderse los acontecimientos de Mayo 37 en Barcelona más que haciendo referencia a la realidad histórica del momento: por una parte, a la decadencia del sistema capitalista y, por otra, a la depresión profun­da del movimiento obrero internacional. Veamos rápida­mente de que se trata. 

Después de la guerra imperialista 1914-18, que llevo al capitalismo al borde de la revolución en todo el continente, el sistema solo logro alcanzar una situación de falsa esta­bilidad que fue bruscamente desmentida por la crisis mun­dial de 1929 : el capitalismo se veía progresivamente abo­cado a la barbarie que culminarla con la guerra mundial de 1939-45.

El declive capitalista fue muy acusado en un país como España, donde la clase dominante estaba constituida por una inestable mezcla de una burguesía industrial débil - fuertemente supeditada a los trusts extranjeros - con un amplio sector retardatario compuesto por feudales aburguesados, nobleza terrateniente, grandes dominios eclesiásticos, que llevaban a cabo una feroz explotación de la clase obrera y del campesinado.
 
Con la crisis del 29, cayó en España la falsa estabilidad simbolizada por la dictadura de Primo de Rivera, arras­trando en su caída a la propia monarquía. Pero la Repú­blica burguesa de 1931 no podía, sino, poner de manifiesto la debilidad congénita de la clase dominante española, ca­rente de un poder central sólidamente constituido y orga­nizado, limitada a un estrecho margen de maniobra política, sin amplias capas medias en que apoyarse, y en­frentada a la potente capacidad combativa de una clase obrera y campesina sensibilizadas por los crecientes contrastes sociales (expresión de la pobreza económica del país) y templadas, por otra parte, en las insurre­cciones esporádicas a que dicha miseria les conducía.

El capital se enfrentaba al periodo de decadencia del sis­tema recurriendo a dos formas estratégicas aparentemen­te opuestas, pero al servicio de unos mismos intereses; en unos países, jugando la carta del fascismo (Alemania, Italia, Portugal...); en otros, jugando la carta de la democracia y reuniendo entorno al programa del capital (New-Deal, intervención directa del estado en la economía) a todas las clases sociales (frentes populares). En España, la burguesía intento al mismo tiempo las dos estrategias: por una parte, el autoritarismo fascis­ta (Sanjurjo 1932, Gil Robles 1933-35, Franco 1936); por otra parte, la "República democrática", el frentepopulismo, la unión sagrada -en torno al programa po­lítico del capital - , de la burguesía "avanzada", de las capas medias y de las organizaciones obreras, desde la UGT y los estalinistas hasta la propia CNT-FAI.

Es, este doble juego de la burguesía española, lo que ex­plica que la insurrección franquista del 18 de julio de 1936 fuera algo más que un simple pronunciamiento mi­litar, y que gozara indiscutiblemente de la complicidad tacita de la República del Frente popular. Sin embargo, la respuesta absolutamente espontánea e irresistible de la clase obrera logro modificar la situación en 24 horas, sacando de su pasividad a las organizaciones obreras y rompiendo la sórdida hostilidad de la burguesía republi­cana que, según el propio Alcalá Zamora, no habría pensado en resistir a Franco si no hubiera sido impulsa­da a ello por las masas.

Los hechos hablan claro. Precisamente a partir del 19 de julio el proletariado, conjugando su lucha armada con la huelga general, logra llevar la lucha social a su mas alto punto de tensión» Sólo a partir del 28 de julio, con la extinción completa de la huelga general, la aterrorizada burguesía republicana puede volver a pensar en adaptarse a la nueva situación, legalizando los hechos con­sumados, expropiaciones, reparto de tierras, control obrero, depuración del ejercito y de la policía, etc. ... siempre y cuando estas conquistas acepten quedar supedi­tadas a las necesidades de la guerra antifranquista y el dejar así de lado, con el pretexto de la guerra, la necesa­ria destrucción del poder político de la burguesía: el Es­tado capitalista.

Las milicias proletarias, surgidas espontáneamente de la fermentación social, cayeron muy pronto bajo un control cada vez mayor del "Comité central de milicias”, organis­mo formalmente "proletario" pero bajo el control político de socialistas, estalinistas, anarquistas y partidos burgue­ses que contaban con la mayoría de delegados. Paralelamen­te, las colectivizaciones, destinadas a colocarlas relacio­nes de producción y de distribución bajo el control directo del propio proletariado, vieron supeditado su funcionami­ento a la instancia suprema del "Consejo de economía", ministerio de economía del gobierno de la "Generalitat de Cataluña".

La burguesía conservaba algo más que un simple poder de fachada. Los engranajes fundamentales del Estado queda­ron prácticamente intactos: el ejército (aunque bajo nuevas formas), la policía (los cuerpos de guardias de asalto y guardia civil no fueren disueltos y se quedaron en los cuarteles esperando su oportunidad), y la burocracia (dedicada a inspirar en el sentido de los intereses de la burguesía las decisiones del Comité central de Milicias y del Consejo de economía). La huelga de masas inicial se había transformado en una guerra que oponía a obreros contra obreros y a campesinos contra campesinos bajo el control de la burguesía, tanto en el campo de Franco como en el de Companys y Azaña. Era evidente que incluso la vic­toria del bando antifascista amenazaba con fortalecer a la burguesía republicana y volverse así contra los intere­ses de clase del proletariado.

 Al mantenimiento de los engranajes del Estado y a la obs­trucción de las realizaciones de la revolución tanto en el frente como en la retaguardia, vino a añadirse el reforza­miento de la política de la burguesía por la Sagrada alian­za de ugetistas, estalinistas y la dirección de la CNT-FAI. La reacción estalino-capitalista buscaba continuamente ocasiones para atacar la revolución. A fines de abril, la Consejería de Orden publico trató de poner en práctica el acuerdo de la Generalitat que prohibía la circulación y el ejercicio de sus funciones a las Patrullas de control: los trabajadores armados se apostaron en lugares estra­tégicos y desarmaron a 250 guardias enviados por la Generalitat. Así mismo, la Generalitat envió tropas a la frontera para reemplazar a los comités obreros que la controlaban desde el 19 de julio: fueron rechazadas y desarmadas en su mayoría, registrándose violentos cho­ques especialmente en la zona de Puigcerda. Se presentía próximo un choque general y decisivo.

Fue precisamente en mayo del 37 cuando la contrarrevo­lución, cumplido su trabajo preparatorio, juzgó llegado el momento de pasar de la ofensiva verbal a la ofensiva armada, abalanzarse sobre la revolución, desarticularla, obligarla a retroceder, aniquilarla. Así, el día 3 de mayo de 1937 a las tres menos cuarto, el comisario de Orden publico de la Generalitat, Rodríguez Salas (estalinista), al frente de una banda de guardias de asalto rato de ocupar el edificio central de teléfonos (plaza Catalunya), provisto de una orden firmada por Aiguadé, consejero de la Generalitat: los obreros de la telefónica contestaron a las armas con las armas. Inmediatamente, sin mas convocatoria que el ruido de los primeros dispa­ros, los obreros catalanes se levantaron en armas como el 19 de julio, conjugando la huelga general con la lucha armada, llenando el país de barricadas y preparándose para el asalto de la Generalitat a la primera orden del mando supremo de la CNT-FAI. Como la provocación fas­cista de julio del 36, la torpe provocación estalinista de mayo del 37 solo sirvió para poner de manifiesto la deci­sión del proletariado catalán de llevar la lucha de clases hasta sus ultimas consecuencias. 

miércoles, 1 de octubre de 2014

Comisiones Obreras, inicios y desarrollo. Lucha obrera dentro del Plan capitalista


(Texto extraído de  «La relación capital/trabajo bajo el franquismo. Los años del "desarrollismo"», 1962-1968, Santiago Lopez Petit. Las negritas son nuestras)

En este periodo, hablar del Movimiento Obrero no puede hacerse sin hablar de Comisiones Obreras. De las Comisiones Obreras en mayúscula, en minúscula, en singular... Surgidas en Asturias, como expresión de la autonomía de clase y de la repulsa hacia la CNS, que llevan en sí mismas un proyecto de ruptura y de reagrupamiento de las fracciones de clase más avanzadas. Ante la represión, la Comisión Obrera representativa se hace clandestina. Se crean así los primeros núcleos relativamente estables de una organización autónoma de clase.

El PCE al igual que el FLP comprenden en seguida que detrás de este proyecto se abre un nuevo horizonte en pos de aumentar su incidencia en la clase obrera. En la batalla burocrática, vence la concepción del PCE. Comisiones Obreras debe ser una alianza de fuerzas políticas, cuyos planteamientos no superen el marco de la lucha democrática, y para ello, nada mejor que declararlas apolíticas. Con esta concepción, el PCE espera que sea mucho más sencillo imponer su legalización. Bajo esta perspectiva completamente tergiversada, ya que se altera tanto su carácter autónomo, como su orientación de clase y anticapitalista, el PCE extiende las nuevas Comisiones Obreras. El procedimiento no puede ser más burocrático. Primero se formaba la Comisión Obrera de una localidad por aglutinamiento de las fuerzas políticas presentes. Luego se intentaba la extensión a todos los ramos y fábricas, reproduciendo a menor escala el modelo unitarista. El PCE descubre así en Comisiones Obreras el organismo que posibilita vehicular toda la práctica reformista dentro del Movimiento Obrero que a su vez permite la aparente liberalización: para ello es necesario, sin embargo, no sólo promover otra concepción de Comisiones Obreras, sino también introducir numerosas deformaciones ideológicas y prácticas. El PCE fomenta el asambleísmo no como una práctica de clase, sino como la mejor manera de crear líderes y penetrar en la legalidad burguesa. El liderismo y el «consignismo» para sustentar una concepción de Comisiones Obreras mucho más cercanas a un amplio movimiento con mínima estructuración, que a una organización autónoma de clase. El parlamentarismo como método de lucha en la empresa (Hispano Olivetti, Maquinista, Aislamibar, etc.) aunque esto suponga el desmantelamiento de la organización interna, la represión abierta. O las convocatorias abiertas en la calle (Plaza Cataluña, por ejemplo) que no sirven en absoluto, para hacer avanzar la organización obrera.9 Son evidentes las contradicciones en que cae esta concepción completamente subordinada a una política interclasista. Defensa de unas Comisiones Obreras apolíticas que en realidad hacen la política del PCE. Abandono del trabajo de base en función del desarrollo burocrático (coordinadoras locales...) cuya finalidad es el control político. Etc...

Las primeras acciones de Comisiones Obreras se desarrollarán en 1964. Las consecuencias más notables son, que a diferencia de las luchas de los años 1961-1963, las movilizaciones de los metalúrgicos de Madrid de 1964-1965, permanecen en todo momento dentro de los cauces legales: la CNS y los convenios colectivos. Las acciones de CCOO dentro de la legalidad, que llega a formar una comisión asesora de la sección social del metal en 1964, les otorgará un gran renombre, y en la medida en que van levantando sus hombres públicos, e interviniendo en las luchas de las grandes empresas Standard, Perkins, AEG, (1966) también cambia el carácter de los movimientos de clase. Más economicistas, localizados en los centros de producción, pacifistas. Desaparecen las grandes movilizaciones, y las únicas que tienen lugar, responden a convocatorias burocráticas: «contra la carestía de vida», «por un salario mínimo», etc...; desvinculadas totalmente de los procesos concretos de lucha, y cuya finalidad es estrictamente útil a la política pactista del PCE. Pero esta práctica reformista hubiera sido imposible sin unas condiciones favorables para su implantación. Convenios colectivos de empresa, no intervención de la policía si la lucha no sale a la calle, alzas salariales sectoriales que fraccionan a la clase trabajadora...

En esta aparente liberalización, que el PCE teoriza (?) como crisis de la Dictadura, CCOO se lanza a la participación en las primeras elecciones (septiembre-octubre de 1966) mínimamente libres. El ministro Solís decía: «A nadie se le preguntará de dónde viene sino a dónde va». Son los momentos de mayor auge del reformismo obrero. Sus líderes públicos se pasean por el Estado dando mítines, el índice de participación es elevado y la seguridad del PCE es tanta, que hasta recomienda participar en las elecciones secundarias para escalar en las vocalías a nivel local y nacional. Pero todavía va más lejos. En un artículo «Sobre el fortalecimiento del Partido» de este año, recomienda «formas más ágiles que las rígidas estructuras orgánicas de células y comités». El choque con la realidad será muy fuerte. Celebrando con gran éxito el Referéndum en diciembre de 1966, cohesionadas las fuerzas políticas burguesas, y de nuevo con iniciativa política, ya que el referéndum había sido la ocasión inmejorable para polarizar a su alrededor la atención general, el capital prepara su ofensiva. Antes de la jornada de lucha del 27 de octubre de 1967, son encarcelados los dirigentes públicos de CCOO. La policía vuelve a entrar dentro de las empresas en lucha. La primavera de 1968 señala el declive de Comisiones Obreras. El llorado Movimiento Obrero entra en una profunda crisis. ¿Qué ha pasado?