viernes, 3 de octubre de 2014

«Violencia revolucionaria». Grupos Autónomos de Combate - Ediciones Mayo-37

«...el terrorismo y el sabotaje son armas actualmente utilizables por todo revolucionario...este terrorismo puede ejercerse por la palabra y el acto...»

 

 «...atacar el capital y sus files guardianes, de la extrema derecha a la extrema izquierda. He aquí el sentido de nuestra práctica»

 

El Movimiento Ibérico de Liberación, tras su congreso de autodisolución en el verano de 1972, divide sus tareas en dos áreas: los Grupos Autónomos de Combate y las Ediciones Mayo 37. Después de ese congreso sufre una fuerte represión que desembocaría, en 1974, en el asesinato de Salvador Puig Antich. En el otoño de 1972 es editado el folleto «Violencia Revolucionaria», publicado en su formato original en la página http://www.mil-gac.info.

 
ooOoo
 
INTRODUCCION

El 16 de septiembre [del año 1972, nota de Historia Popular], después de una expropiación a mano armada en Bellver de Cerdanya, provincia de Lérida, Jose Luis PONS y Oriol SOLE fueron cogidos por la guardia civil, después de un tiroteo, cuando estos in­tentaban pasar la frontera.
 
El 24 en Barcelona, y en el momento de la detención de tres camaradas, Santiago SOLER, Javier GARRIGA, y Salvador PUIG, este último, en el intento de huir hizo uso de su arma hiriendo mortalmente a un ins­pector de la B.P.S., siendo él mismo herido gravemente y conducido al hospital.

Por les mismas fechas, la policía interviene en varios domicilios de conocidos obreros y lleva a cabo otra serie de detenciones. Todos los periódicos de España han puesto la noticia en la página de hechos diver­sos e intentan hacernos pasar por una "peligrosa banda de gángsteres". Poco a poco en Barcelona, comienzan a movilizarse todos aquellos que conocen nuestras activi­dades con el fin de que la patraña policiaca no llegue a sus últimas consecuencias.

La publicación de los textos que siguen cree­mos que serán la mejor información sobre nuestras actividades.

El primer texto, "Hacia el Comunismo”,  es una reproducción de lo que en su día sirvió para marcar el carácter de nuestras actividades.

"Reflexiones sobre la violencia" son una serie de notas explicativas, críticas y autocríticas del problema de la agitación armada, posteriores a la fecha en que los camaradas han caído.

El tercer texto tiene un interés inmediato y táctico: trazar una línea neta entre nosotros y los "organizadores" de la solidaridad.
 
G.A.C. Ediciones Mayo-37

"Las revoluciones proletarias…se burlan despiadadamente de las dudas, debilidades y las miserias de sus primeras tentati­vas, pareciendo abatir su adversario para permitirlo sacar nue­vas fuerzas de la tierra y dirigirlas de nuevo contra ellas, re­culando constantemente de nuevo delante la inmensidad infinita de sus propios fines, hasta que sea creada la situación que hará imposible toda marcha atrás".

                                                                                          C.Marx (18 Brumario de José Stalin)

Hacia el Comunismo

I

Tras el fracaso de la revolución internacional de 1848 y a partir de la ideologización de su teoría, se preveía para fines de siglo la imposibilidad del sistema del Capital para reproducirse.

De acuerdo con dicha teoría, los órganos soberanos de la lucha de clases y de la revolución socialista eran dos:

- los sindicatos reformistas

- los partidos reformistas al mando de dicho sin­dicatos y aplicando en su nombre una practica política de participación en el parlamento burgués.

Pero en realidad, el reformismo (partidos y sindicatos), solo servía para reforzar la subsistencia del sistema.

A principios de siglo pudo constatarse que el Capital se reproducía - contra la previsión de los teóricos del Mo­vimiento obrero - y que por consiguiente: 

- el reformismo era totalmente inca­paz de eliminar el sistema del Capital mediante la sola dinámica del problema de su reproducción.  (crisis del sistema capitalista : Bélgica 1904, Rusia 1905, Bélgica 1906, teorización de la huelga salvaje por la Iz­quierda Alemana, estallido de la guerra imperialista 1914-1918, Rusia 1917, Alemania 1918-19, Hungría 1919, Italia 1920, fascismos, crisis del 29, etc. ...).

- quedaba así claro que ni partidos parlamentarios ni sindicatos reformistas eran los órganos de la revolución social sino tan solo de la contrarrevolución del Capital (Alemania 1919, Hungría 1919, Rusia 1921, etc....).

La revolución socialista solo es frenada por partidos parlamentarios y sindicatos reformistas, y además se ve impuesta -con o sin reproducción del Capital- una practica anti-reformista, es decir, partidaria en su acción del anti-parlamentarismo y de la organización de clase (sindicalismo revolucionario, barricadas, te­rrorismo, consejos obreros, etc.).

Después de las consecuencias ultimas de la Crisis mun­dial (fascismos, crack del 29, guerra inter-imperialista 1939-45, reconstrucción de la post-guerra, posibilitad con ello una nueva reconstrucción del Capital en tan críticos momentos hasta la siguiente crisis de la reprodu­cción del Capital, etc. ...), después de ver limitados los objetivos de lucha anticapitalista a solo los de lucha antifascista,  se plantea de nuevo no solo la necesidad urgente del anti-parlamentarismo y de la organización de clase, sino de pasar así de los objetivos puramente antifascistas a los objetivos del Movimiento comunista, que en su fase de flujo es la Revolución internacional y la abolición del trabajo asalariado y el cambio. 

II

No pueden comprenderse los acontecimientos de Mayo 37 en Barcelona más que haciendo referencia a la realidad histórica del momento: por una parte, a la decadencia del sistema capitalista y, por otra, a la depresión profun­da del movimiento obrero internacional. Veamos rápida­mente de que se trata. 

Después de la guerra imperialista 1914-18, que llevo al capitalismo al borde de la revolución en todo el continente, el sistema solo logro alcanzar una situación de falsa esta­bilidad que fue bruscamente desmentida por la crisis mun­dial de 1929 : el capitalismo se veía progresivamente abo­cado a la barbarie que culminarla con la guerra mundial de 1939-45.

El declive capitalista fue muy acusado en un país como España, donde la clase dominante estaba constituida por una inestable mezcla de una burguesía industrial débil - fuertemente supeditada a los trusts extranjeros - con un amplio sector retardatario compuesto por feudales aburguesados, nobleza terrateniente, grandes dominios eclesiásticos, que llevaban a cabo una feroz explotación de la clase obrera y del campesinado.
 
Con la crisis del 29, cayó en España la falsa estabilidad simbolizada por la dictadura de Primo de Rivera, arras­trando en su caída a la propia monarquía. Pero la Repú­blica burguesa de 1931 no podía, sino, poner de manifiesto la debilidad congénita de la clase dominante española, ca­rente de un poder central sólidamente constituido y orga­nizado, limitada a un estrecho margen de maniobra política, sin amplias capas medias en que apoyarse, y en­frentada a la potente capacidad combativa de una clase obrera y campesina sensibilizadas por los crecientes contrastes sociales (expresión de la pobreza económica del país) y templadas, por otra parte, en las insurre­cciones esporádicas a que dicha miseria les conducía.

El capital se enfrentaba al periodo de decadencia del sis­tema recurriendo a dos formas estratégicas aparentemen­te opuestas, pero al servicio de unos mismos intereses; en unos países, jugando la carta del fascismo (Alemania, Italia, Portugal...); en otros, jugando la carta de la democracia y reuniendo entorno al programa del capital (New-Deal, intervención directa del estado en la economía) a todas las clases sociales (frentes populares). En España, la burguesía intento al mismo tiempo las dos estrategias: por una parte, el autoritarismo fascis­ta (Sanjurjo 1932, Gil Robles 1933-35, Franco 1936); por otra parte, la "República democrática", el frentepopulismo, la unión sagrada -en torno al programa po­lítico del capital - , de la burguesía "avanzada", de las capas medias y de las organizaciones obreras, desde la UGT y los estalinistas hasta la propia CNT-FAI.

Es, este doble juego de la burguesía española, lo que ex­plica que la insurrección franquista del 18 de julio de 1936 fuera algo más que un simple pronunciamiento mi­litar, y que gozara indiscutiblemente de la complicidad tacita de la República del Frente popular. Sin embargo, la respuesta absolutamente espontánea e irresistible de la clase obrera logro modificar la situación en 24 horas, sacando de su pasividad a las organizaciones obreras y rompiendo la sórdida hostilidad de la burguesía republi­cana que, según el propio Alcalá Zamora, no habría pensado en resistir a Franco si no hubiera sido impulsa­da a ello por las masas.

Los hechos hablan claro. Precisamente a partir del 19 de julio el proletariado, conjugando su lucha armada con la huelga general, logra llevar la lucha social a su mas alto punto de tensión» Sólo a partir del 28 de julio, con la extinción completa de la huelga general, la aterrorizada burguesía republicana puede volver a pensar en adaptarse a la nueva situación, legalizando los hechos con­sumados, expropiaciones, reparto de tierras, control obrero, depuración del ejercito y de la policía, etc. ... siempre y cuando estas conquistas acepten quedar supedi­tadas a las necesidades de la guerra antifranquista y el dejar así de lado, con el pretexto de la guerra, la necesa­ria destrucción del poder político de la burguesía: el Es­tado capitalista.

Las milicias proletarias, surgidas espontáneamente de la fermentación social, cayeron muy pronto bajo un control cada vez mayor del "Comité central de milicias”, organis­mo formalmente "proletario" pero bajo el control político de socialistas, estalinistas, anarquistas y partidos burgue­ses que contaban con la mayoría de delegados. Paralelamen­te, las colectivizaciones, destinadas a colocarlas relacio­nes de producción y de distribución bajo el control directo del propio proletariado, vieron supeditado su funcionami­ento a la instancia suprema del "Consejo de economía", ministerio de economía del gobierno de la "Generalitat de Cataluña".

La burguesía conservaba algo más que un simple poder de fachada. Los engranajes fundamentales del Estado queda­ron prácticamente intactos: el ejército (aunque bajo nuevas formas), la policía (los cuerpos de guardias de asalto y guardia civil no fueren disueltos y se quedaron en los cuarteles esperando su oportunidad), y la burocracia (dedicada a inspirar en el sentido de los intereses de la burguesía las decisiones del Comité central de Milicias y del Consejo de economía). La huelga de masas inicial se había transformado en una guerra que oponía a obreros contra obreros y a campesinos contra campesinos bajo el control de la burguesía, tanto en el campo de Franco como en el de Companys y Azaña. Era evidente que incluso la vic­toria del bando antifascista amenazaba con fortalecer a la burguesía republicana y volverse así contra los intere­ses de clase del proletariado.

 Al mantenimiento de los engranajes del Estado y a la obs­trucción de las realizaciones de la revolución tanto en el frente como en la retaguardia, vino a añadirse el reforza­miento de la política de la burguesía por la Sagrada alian­za de ugetistas, estalinistas y la dirección de la CNT-FAI. La reacción estalino-capitalista buscaba continuamente ocasiones para atacar la revolución. A fines de abril, la Consejería de Orden publico trató de poner en práctica el acuerdo de la Generalitat que prohibía la circulación y el ejercicio de sus funciones a las Patrullas de control: los trabajadores armados se apostaron en lugares estra­tégicos y desarmaron a 250 guardias enviados por la Generalitat. Así mismo, la Generalitat envió tropas a la frontera para reemplazar a los comités obreros que la controlaban desde el 19 de julio: fueron rechazadas y desarmadas en su mayoría, registrándose violentos cho­ques especialmente en la zona de Puigcerda. Se presentía próximo un choque general y decisivo.

Fue precisamente en mayo del 37 cuando la contrarrevo­lución, cumplido su trabajo preparatorio, juzgó llegado el momento de pasar de la ofensiva verbal a la ofensiva armada, abalanzarse sobre la revolución, desarticularla, obligarla a retroceder, aniquilarla. Así, el día 3 de mayo de 1937 a las tres menos cuarto, el comisario de Orden publico de la Generalitat, Rodríguez Salas (estalinista), al frente de una banda de guardias de asalto rato de ocupar el edificio central de teléfonos (plaza Catalunya), provisto de una orden firmada por Aiguadé, consejero de la Generalitat: los obreros de la telefónica contestaron a las armas con las armas. Inmediatamente, sin mas convocatoria que el ruido de los primeros dispa­ros, los obreros catalanes se levantaron en armas como el 19 de julio, conjugando la huelga general con la lucha armada, llenando el país de barricadas y preparándose para el asalto de la Generalitat a la primera orden del mando supremo de la CNT-FAI. Como la provocación fas­cista de julio del 36, la torpe provocación estalinista de mayo del 37 solo sirvió para poner de manifiesto la deci­sión del proletariado catalán de llevar la lucha de clases hasta sus ultimas consecuencias. 
 
El Gobierno central reacciono rápidamente en su doble frente político y militar, enviando a Catalunya, por una parte, a dos representantes de la Sagrada alianza, los "ministros anarquistas" García Oliver y Federica Montseny, y por otra, a 5000 guardias de asalto, mientras los buques de guerra apuntaban sus cañones sobre Barce­lona. Ante la represión conjunta del poder de la burguesía, de las organizaciones obreras contrarrevolucionarias (UGT, estalinistas) y de la dirección de su propia organi­zación - CNT-FAI quedo aplastada, no sin resistencia, la ultima tentativa del proletariado en armas para salvar la revolución. Desarmado física y moralmente el movi­miento revolucionario, la victoria franquista era ya úni­camente una cuestión de tiempo.


PARA GARANTIZAR LA REVOLUCION NO BASTA CON QUE LAS MASAS ESTEN ARMADAS Y HAYAN EXPROPIADO A LOS BURGUESES:

ES PRECISO QUE DESTRUYAN DE ARRIBA A ABAJO EL ESTADO CAPITALISTA Y ORGANICEN SU PROPIO SIS­TEMA, ES PRECISO QUE SEAN CAPACES DE COMBATIR LAS IDEAS REPRESENTADAS POR LOS LIDERES ESTALINIS­TAS Y REFORMISTAS CON EL MISMO RIGOR CON QUE ATACAN A LOS CAPITALISTAS INDIVIDUALES Y A LOS LIDERES DE LOS PARTIDOS BURGUESES.

A partir de mayo 37, toda tentativa revolucionaria que no sepa ser fiel a tal experiencia se condena pura y simplemen­te a la inexistencia. Asaltar el Estado, en­frentarse sin vacilaciones a la contrarre­volución estalino-reformista: tales son los rasgos distintivos de la revolución que se avecina.
 

III
 
Solo puede comprenderse el actual resurgir revoluciona­rio haciendo referencia a la realidad histórica del momen­to: por una parte, a la decadencia del sistema capitalista y, por otra, a la superación de la depresión profunda en que se ha visto sometido el movimiento obrero internacio­nal. Veamos rápidamente de que se trata.

La derrota en 1937 del último bastión revolucionario, no era más que el preludio de la contrarrevolución interna­cional con toda su barbarie: guerra mundial, campos de concentración, terror atómico. El capitalismo en su fase de decadencia necesitaba recurrir a tales medios tan brutales y expeditivos para prorrogar las contradic­ciones del sistema: mediante la guerra-destrucción pu­ra y simple de medios de producción, mercancías y hom­bres - el mercado quedaba temporalmente despejado para poder emprender un nuevo ciclo de acumulación del Ca­pital. Era preciso que el auge económico de la postguer­ra llegara a su madurez para que afloraran de nuevo las contradicciones del sistema.

Con la guerra mundial, el proletariado internacional vio cerrados sus horizontes revolucionarios quedando todas sus energías supeditadas a los intereses del llamado "bloque aliado" que reunía en su seno a las democracias burgueses y a la Unión Soviética que asumía definitivamen­te el papel de potencia imperialista. La postguerra solo sirvió para que la clase obrera fuera sometida a un proce­so de explotación creciente, de reconstrucción ampliada del aparato productivo, de intensificación de los ritmos de productividad, de aumento de la tasa de plusvalía, y, en definitiva, de integración moral y física al programa po­lítico del Capital.

Esta integración al programa del Capital corre a cargo no solo del dominio directo de la burguesía y su Estado, sino también de las organizaciones obreras (sindicatos, parti­dos socialistas y comunistas), dedicadas a encuadrar al proletariado mediante unas estructuras rígidamente jerar­quizadas y burocratizadas para negociar en nombre del proletariado, pactos con la burguesía. Pero, a medida que el nuevo proceso de expansión del Capital ve cubiertos ya sus objetivos y que el desarrollo de las fuerzas producti­vas deja atrás las condiciones propias de la fase de recons­trucción de la postguerra, las contradicciones del sistema aparecen de nuevo a plena luz perfilándose claramente la alternativa revolucionaria al programa político del Capital.

Las llamadas "huelgas salvajes" (es decir, huelgas em­prendidas al margen y muchas veces en contra del sindi­cato y organizaciones de encuadramiento), van tomando cada vez mas importancia y fuerza en los países desarro­llados : una fracción creciente de la clase obrera se ve lanzada, incluso en nombre de la simple eficacia, a no confiar mas sus reivindicaciones a las organizaciones tra­dicionales , a dar a sus luchas una organización autónoma : a asumir por si misma la defensa de sus intereses. Estas "huelgas salvajes", que tienen, al principio, el carácter de motines aislados, llegan a convertirse en vastos mo­vimientos de "huelga general salvaje": tales son los ca­sos de Bélgica en 1960-61, de Francia en 1968, de Polo­nia en 1970-71.

Con ello entra definitivamente en crisis el encuadramiento del proletariado a través de sus engranajes tradiciona­les de mantenimiento del sistema. Es solo el anuncio de un vasto movimiento del proletariado internacional para destruir las relaciones sociales existentes (trabajo asa­lariado, explotación del hombre por el hombre), e impo­ner su propio sistema: el Comunismo. Lo nuevo de las luchas actuales y su fuerza revolucionaria radica en que las condiciones de la revolución comunista existen ya aho­ra: su desencadenamiento es solo cuestión de circuns­tancias. El capitalismo se halla efectivamente amenazado por la menor chispa.

La lucha cotidiana de la clase obrera en nuestro país así lo atestigua. El movimiento obrero español esta viviendo en nuestros días el paso de las luchas "salvajes" al mar­gen de sus vanguardias dirigistas, a la constitución de su Organización de clase. Importantes fracciones del movi­miento obrero en su lucha cotidiana contra el capitalismo se vieron llevadas a romper con unas organizaciones ca­da vez mas manifestadas como trabas a su avance. La ruptura con el reformismo del PC y de las Comisiones obreras por él controladas, fue solo un primer paso hacia la Organización de clase. A continuación, el proletaria­do ha tenido que enfrentarse con idéntico rigor a las ten­tativas de implantar nuevos dirigismos en el seno del mo­vimiento obrero antirreformista por parte de todo un en­jambre de grupúsculos y "vanguardias". El contenido de la lucha de estos últimos años va tomando forma, organi­zándose, generalizándose, planteando claramente las condiciones que caracterizan la Organización de clase del proletariado. La clase obrera toma conciencia de su situación en el curso de su propia lucha; se organiza en la misma base, en fábricas y barrios; no admite una se­paración entre dirigentes y ejecutantes en el seno de la or­ganización revolucionaria.

La clase obrera es de por ella misma la negación de la so­ciedad actual, en ella se encuentran los intereses revolu­cionarios de la sociedad; en los momentos de crisis revo­lucionaria la clase no necesita dedicarse a ninguna investi­gación teórica sobre su propia misión, tan pronto como se levanta encuentra inmediata y automáticamente el contenido y el material de su actuación revolucionaria: abatir enemi­gos, tomar las medidas que dictan las necesidades de la lucha. Las consecuencias de sus propios hechos la empujan hacia adelante. Si bien con el fin de mantener la "revolu­ción en permanencia" en el pasado siglo era necesario, co­mo fruto del escaso desarrollo del capital levantar una se­rie de medidas transitorias, viendo la abolición del trabajo asalariado como consecuencia lejana de tales, hoy inscribir en nuestra actividad cualquier programa "mínimo", de "intervención" o de "transición", así como luchar por el "so­cialismo en España" equivale a tirar por la cola y hacia atrás al movimiento internacional hacia el comunismo. Co­mo consecuencia del desarrollo e internacionalización del Capital, de la lucha cada vez mas patente entre Capital y proletariado, el movimiento real se desarrollara en la pró­xima crisis de tal forma que el programa comunista se re­alizara automáticamente, el capital en su desarrollo no hace más que aproximarnos más y más al estadio superior del comunismo.

Los revolucionarios aceleraremos este proceso en la me­dida en que seamos conscientes de esto y luchemos con resolución en tal sentido. El comunismo será internacional o no será. La clase obrera es revolucionaria o no es. To­da sociedad, o partido, político es aun la actual sociedad. 

¿Después del derrocamiento de la vieja sociedad, sobrevendrá una nueva dominación de clase, traducida en un nuevo poder político?

No, la condición de la emancipación de la clase obrera es la abolición de todas las clases.

El proletariado hoy si es revolucionario es ante todo apolítico, mejor aun anti-político. La dictadura del proletariado es la dominación dictatorial de la demo­cracia y lógicamente de la política.

En cuanto a con quienes debemos trabajar cotidianamen­te en la empresa revolucionaria desde la primera inter­nacional tenemos el guía para la acción: la emancipa­ción de los trabajadores será la obra de los trabajado­res mismos. Esta claro que nosotros no podemos, en consecuencia, hacer ruta común con gentes que declaran abiertamente que los obreros son demasiados incultos para liberarse ellos mismos, y que deben ser liberados desde arriba, es decir por los grandes y pequeños bur­gueses filantrópicos.

Nosotros en 1973, como en todo momento, luchamos por la revolución y por la Organización de clase que la hará posible.

IV

No hay práctica comunista posible sin lucha sistemática contra el movimiento obrero tradicional y sus aliados. Inversamente, no hay acción eficaz contra ellos si no hay comprensión clara de su función contrarrevolucio­naria. Hasta ahora, todas las estrategias revolucionari­as han tratado de explotar las diversas dificultades en­contradas por la burguesía en su gestión del Capital. Cuando han derribado a burguesías débiles, han organizado [ilegible] capitalismo. Si las burguesías eran fuertes, se han condenado a la miseria. Y es hoy el proletariado quien rechaza estas estrategias e impone la suya:

la destrucción del capitalismo, ne­gándose a si misma como clase.

Hoy, la clase obrera ataca al Capital en todas sus mani­festaciones de explotación: encuadra miento, autoritaris­mo, explotación, etc.... La única forma posible de acción es la violencia revolucionaria mediante el acto y la pala­bra.

Sus fracciones más avanzadas se organizan para tareas concretas revolucionarias tanto en las fábricas, como en los barrios: contra la CNS, contra las CC.OO. burocratizadas y reformistas, contra el PCE y los grupúsculos más diversos, situándolos al mismo nivel que los actua­les gestores del Capital (la burguesía). La consolidación  de la lucha revolucionaria de la clase obrera es la auto-organización en los lugares de trabajo, mediante comités de fábrica, de barrio, y a través de la coordinación y ge­neralización de la lucha,  aplicando la línea de lucha de clases, la línea comunista.

V

La sociedad actual tiene sus leyes, su Justicia, sus guar­dianes, sus jueces, sus tribunales, sus prisiones, sus delitos, su "normalidad". Frente a ello, aparecen una serie de órganos políticos (partidos y sindicatos, reformismo e izquierdismo,...), que fingen contrarrestar esta situación cuando en realidad no hacen otra cosa que consolidar la sociedad actual. La justicia en la calle no es mas que denunciar y atacar todas las mistificaciones de la actual sociedad (partidos, sindicatos, reformismo, izquierdismo, leyes, justicia, guardianes, jueces, tri­bunales, prisiones, delitos, es decir, su "normalidad").

El rechace de este conformismo en la acción práctica lle­va hasta sus últimas consecuencias una crítica unitaria del mundo. Por crítica unitaria entendemos la crítica global contra todas las zonas geográficas donde se insta­lan las diferentes formas de poder de separación socio-económica, y también pronunciada contra todos los as­pectos de la vida.

No va hacia la simple autogestión del mundo actual por las masas sino hacia su transformación ininterrumpida, la descolonización total de la vida cotidiana, la critica radical de la economía política, la destrucción y supera­ción de la mercancía y del trabajo asalariado. Tal aso­ciación rechaza toda reproducción en ella misma de las condiciones jerárquicas del mundo dominante. La critica a las ideologías revolucionarias no es otra cosa que el desenmascaramiento de los nuevos especialistas de la revolución, de las nuevas teorías que se sitúan por en­cima del proletariado.

El "izquierdismo" no es mas que la extrema izquierda del programa del Capital. Su moral revolucionaria, su voluntarismo, su militantismo, no son otra cosa que pro­ductos de esta situación. Van encaminados a controlar y dirigir la lucha de la clase obrera. Así, toda acción que no lleve una perspectiva de crítica y rechace total del capitalismo, queda dentro del mismo y es recuperada por él. Hoy día, hablar de obrerismo y militantismo, y llevarlo a la práctica, es querer evitar el paso al Co­munismo.

Lejos de oponernos a los preten­didos excesos, a los ejemplos de venganza popular contra individu­os odiados o contra edificios pú­blicos a los cuales solo se unen recuerdos odiosos, conviene no solamente tolerarlos, sino que debemos tomar la dirección en nuestras manos.

C. Marx.

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