domingo, 12 de octubre de 2014

Segunda parte del folleto «Violencia revolucionaria». Grupos Autónomos de Combate - Ediciones Mayo-37


«En los periodos no revolucionarios, los grupos ra­dicales tienen igualmente entre otras tareas, y cuando es posible y necesario, la acción violenta organizada. En tal periodo, como en los periodos revolucionarios, los revolucionarios son proletarios como los otros. El que estén conducidos momentáneamente, o quizá por años, a mantener ciertas normas de clandestinidad y utilizar en determinadas ocasiones determinados métodos de seguridad personal, él que todo esto llegue a darles un "estatuto" especial en la lucha de clases no debe ser óbice ni para considerarles "separados de las masas", ni "cortados del proletariado", ni a que se auto consideren la vanguardia divina.»


REFLEXIONES SOBRE LA VIOLENCIA.

Estos actos no tenían un fin político en el sentido en que la política consiste en actuar sobre los otros, a reagrupar, a formar un poder reconocido que busca un sitio en la sociedad.

Los expropiadores no pretendían ser los nuevos "star" salvadores del pueblo y del proletariado ([1]), no ambicio­naban a golpear a cualquier precio la imaginación de la gente, sino que se daba como uno de sus objetivos funda­mentales la de procurarse los medios financieros necesa­rios para continuar su práctica, que no se limitaba en absoluto a organizar una organización armada.

 
I. Se nos podrá reprochar el situarse no muy lejos de la formula de Proudhon quien sabía: propiedad = robo. Ciertamente el robo no es la destrucción de la propie­dad. Es sin embargo un medio -limitado, pero útil en ciertos casos- para organizar la lucha contra el mundo de la propiedad. Esta fuera de lugar intentar dar un jui­cio "por" o "contra" de estos métodos pues su empleo es un asunto de : 1º) determinación social, y, 2º) de oportunidad.


II. La concepción materialista de la violencia excluye toda posición de principio.

Ella no consiste tampoco en invertir los valores de la so­ciedad burguesa haciendo del terrorismo un bien y no un mal. El revolucionario roba (o expropia) para satisfacer una necesidad -social- de actividad subversiva ([2]).

III. No son los revolucionarios quienes provocan la violen­cia, sino que esta es un producto social.

Sin embargo no todo acto violento es forzosamente revolucio­nario. A causa de la inmadurez del movimiento comunista, esta violencia parte en diferentes sentidos - obedeciendo a las determinaciones sociales propias de cada individuo o grupo - llegando incluso a representar (de hecho a pesar suyo) dentro del movimiento revolucionario una práctica que irremisiblemente aboca en la reconstrucción de aque­llo que pretende combatir: el Capital.

IV. Y esto no solo a largo plazo sino que en cada momen­to concreto expresan tal tendencia, utilizando todos los resortes psicológicos e ideológicos propios de los repre­sentantes "reconocidos" del Capital. Tal es el caso de aquellos que recurren a la violencia armada esencialmente para ganar el corazón de las masas y para hacer presión con el fin de ser reconocidos como los "dirigentes del proletariado", ser la "vanguardia del pueblo", etc.... Todos estos lo único que expresan mediante su practica es su as­piración a imponer un nuevo poder, en el mejor de los ca­sos la "dictadura del proletariado pero ...(como no) ... dirigida por su partido".


V. Es el capital quien, por naturaleza, expropia. (Es el capital quien de hecho realiza la "expropiación de los expropiadores") desproveyendo a los individuos de su contorno natural a todos los niveles. Priva los hombres, e incluso las cosas (así la naturaleza ha dejado de ser tal para convertirse en el basurero, y  el laboratorio de ensayo de la industria capitalista), de su ser.


VI. Es perfectamente normal que los que se levantan con­tra el capital procedan también a reapropiarse a todos los niveles: materiales, psicológicos, culturales, teó­ricos... y también financieros.

Mientras que el capital exista el dinero es el mediador privilegiado de toda acción social. Mientras que el ene­migo triunfa, el se impone como mediación. Es inevita­ble que individuos o grupos radicales sean conducidos a apropiarse por la fuerza de ciertas sumas de valor, si bien su fin (mejor aun: su lógica, el sentido de su mo­vimiento) sea dirigida contra el Valor bajo todas su formas.

VII. Solo se extrañaran o se escandalizaran los que no tienen necesidad de medios para actuar, porque no ac­túan; o los que disponen de un aparato burocrático o, incluso, el apoyo de un Estado; o los mutilados por la moral burguesa.


VIII. La violencia no es un medio que se decide emplear porque los otros se revelan ineficaces.

Todos los que se dedican a teorizar sobre la "imposibi­lidad del paso pacifico al socialismo" caen en la trampa tendida por los representantes del Capital ruso en el movimiento obrero. De esta naturaleza fueron las diferen­cias existentes sobre la cuestión, en la ruptura entre China y Rusia.

No es tampoco una defensa contra un ataque, como si debiéramos siempre justificar una actividad violenta presentándonos como el “agredido". Los comunistas no necesitamos convencer a nadie que nos han previamente agredido. Primero somos victimas de la represión y posteriormente somos victimas de los "organizadores de solidaridad" y "solidarios" que nos piden explicaciones sobre quien tiró el primero, o "donde va el dinero". La violencia no es un simple instrumento. Las teorías de la violencia defensiva hacen el juego al enemigo. (Leer a su máximo apóstol S. Carrillo).

lunes, 6 de octubre de 2014

Cuando la bandera roja de los soviets de soldados y obreros ondeó en la catedral de Estrasburgo

[Publicado en el blog http://syndicats.contre.classe.ouvriere.over-blog.com/ con fecha 17-1-2012. Traducción propia]

 
¡Consejos de soldados y obreros en Alsacia-Lorena, desde Colmar a Mulhouse, desde Estrasburgo a Hagenau, desde Metz a Thionville! ¿Que historia es esta? No busquéis en los libros de historia, porque para las autoridades francesas los consejos de obreros y soldados en Alsacia-Lorena no han existido nunca (o solo han existido un poquito)
La epopeya de los marinos que regresaron a Alsacia para llevar a cabo la revolución, su voluntad de organizar los consejos de obreros y soldados (también llamados «soviets») en Colmar en Mulhouse, en Haguenau, en Estrasburgo…Luego veremos como la oposición de los “socialistas” alsacianos franceses supo desviar esta ola revolucionaria para activar la llegada del ejército francés, librando así a Alsacia del yugo alemán, aún siendo tan imperialista y “todavía menos” bolchevique… (Extracto del dossier de prensa “Cuando la bandera roja ondeó en la catedral”)
En Alemania, el 30 de octubre de 1918 el Estado Mayor del puerto de Kiel y de Wilhelmshafen ordena, sin consultar con el gobierno, una última salida de la flota alemana. Pero los marinos, rechazando morir por honor, se amotinaron. El día 31, queriendo llevar a cabo furiosamente su último combate de honor, el empecinado Estado Mayor traslada 600 marinos amotinados a Kiel, uno de los principales puertos de guerra, y pone bajo arresto a los dirigentes. Muchos de los 16.000 alsacianos incorporados en la Marina de Guerra habían participado en el amotinamiento de Kiel. Vuelven a su casa, y con ellos viaja el espíritu revolucionario. A finales de ese mes de Octubre, numerosos soldados, marinos y obreros decidieron elegir consejos obreros, similares a los soviets rusos, tomando el poder en numerosas ciudades del país. Los marinos se libran de la tutela de sus oficiales y se organizan en soviets apoyados por los obreros de los astilleros. Reclaman la paz inmediata, reivindican la creación de consejos obreros y campesinos y la abolición de la dinastía, y pronto la bandera roja flota sobre todos los navíos en el Báltico.
 
El contagio revolucionario se extiende rápidamente. El movimiento gana las grandes ciudades del Norte: Lübeck, Hamburgo, Bremen. En noviembre Colonia, Munich y Berlín. Un viento de libertad sopla sobre Alemania: el 3 de Noviembre de 1918, el ejército dispara sobre 600 manifestantes que exigían la liberación de los marineros amotinados. Al día siguiente se produce la insurrección. Para los revolucionarios, ha llegado la hora. El 8 de Noviembre un consejo de obreros, campesinos y soldados establece la «República de Consejos de Baviera». El mismo día, la población de Estrasburgo conoce la proclamación de esta República de Consejos y la situación es de insurrección. En Alsacia-Lorena el estado Mayor alemán es depuesto. Se crea en Berlín un «comité de acción» compuesto, en parte, por espartaquistas y por delegados de fábrica. El miedo a una revolución emancipadora, continuación de la guerra, se apodera de las clases burguesas, y la reacción de los principales jefes de los partidos socialdemócratas de Francia y de Alemania es la misma: hay que restablecer el orden a cualquier precio. El 9 de noviembre de 1918 Guillermo II (emperador de Alemania, descendiente de la dinastía prusiana de los Hohenzollern, protegido de los nazis, y muerto en 1941) abdica, y el canciller Max Von Baden (canciller del Reich) transmite sus poderes al socialdemócrata Friedrich Ebert (primer presidente de la República alemana desde 1919 a 1925; ya nacionalista en 1914 y partidario de la “unión sagrada”, participa en la represión y destrucción del movimiento espartaquista en 1919).
 
Los marinos de Kiel, muchos originarios del land Elsass Lothringen, deciden requisar dos trenes para volver a sus casas. Hay que subrayar el activo papel jugado por los alsacianos en la preparación y el desarrollo del movimiento revolucionario en el interior de los diferentes partidos de Alemania. Llegan a Estrasburgo el 9 y el 10 de Noviembre y hacen de la estación un centro de libertad. Era necesario extender por Alsacia el incendio que comenzó en las costas del mar del Norte y que comprendía toda Alemania.
 
«Durante la noche, el tren se dirigía a toda marcha pasando Osnabruck, Dusseldorf, Colonia sin detenerse, con su chimenea lanzando chispas. Era el miércoles 13 de Noviembre. Hoy jueves, han llegado a Estrasburgo: solamente 180 hombres. Porque habían dejado 40 durante la ruta en Metz y en Sarrebruck. Los 180 formaron filas en la gran plaza de la estación de Estrasburgo, se pusieron los fusiles a la espalda y sin perder un minuto, con la bandera roja a la cabeza, se dirigieron por la estrecha calle Kuss hacia el muelle Saint-Jean, después hacia el muelle Kleber, desde donde llegaron rápidamente al Palacio de justicia; iban a toda velocidad porque ya habían comprendido una cosa: en materia de guerra o de revolución, la rapidez es determinante. Si no eres lo bastante rápido, loe s el otro, y si eres más rápido que el otro, tienes ya la mitad ganada.»
 
Los obreros se declararon en huelga movilizándose para apoyar el movimiento revolucionario. Como una mancha de aceite se extiende a todos los cuarteles y acantonamientos de Alsacia hasta el frente. En el frente de los Vosgos, se confraterniza y se manifiesta con la bandera roja. En Saverne los soldados se amotinan, mientras que en Lorena los numerosos inmigrados italianos presentes se unen al movimiento. Los militares (lo esencial de la población activa obrera viste uniforme) y los obreros que enarbolan la bandera roja organizan consejos en Haguenau, Colmar, Mulhouse, Selestat, Saverne, Guebwiller, Metz, Schiltigheim, Bischwiller, Molsheim, Erstein, Neuf-Brisach, Thionville, Sarreguemines, etc. La administración municipal se hunde, y la revolución no encuentra resistencia de la población en ningún lugar.
Los consejos toman las fábricas a su cargo, mientras que las minas son ocupadas, como en Knutange. En Algrange, Hagondange, Rombas, estallan las huelgas salvajes. Las consecuencias de la llegada de los insurgentes son inmediatas: el antiguo Estado se derrumba y se lleva por delante el gobierno Schwander-Hauss (nombre del alcalde de Estrasburgo y del secretario de Estado alemán); pero, según la situación en las ciudades y pueblos, no hay de forma sistemática una transformación importante de los poderes institucionales. Para internar oponerse a los revolucionarios, los parlamentarios transformas el Landtag en consejo nacional de Alsacia-Lorena, o Nationalrat. En realidad, el Nationalrat, parlamento que se supone constituir la representación nacional alsaciana, no tiene ninguna fuerza, y sólo subsisten órganos de poder a escala local. Al mismo tiempo, los socialdemócratas alsacianos favorecen la creación de consejos obreros, y participan en ellos en toda la Alsacia-Lorena para poder infiltrarse y controlar el movimiento revolucionaria, para servir de contrapeso a los consejos de soldados, mucho más inclinados en la búsqueda de una ruptura social. Estos socialdemócratas son “nacionalistas chauvinistas”, unidos a la herencia jacobina de la Revolución francesa, hostiles al internacionalismo, a la autonomía de Alsacia-Lorena y a la emancipación del proletariado. (Leer «La socialdemocracia alsaciana apoya y aplasta los soviets en noviembre de 1918» y «El mito de la izquierda: un siglo de ilusiones socialdemócratas».

 
 

viernes, 3 de octubre de 2014

«Violencia revolucionaria». Grupos Autónomos de Combate - Ediciones Mayo-37

«...el terrorismo y el sabotaje son armas actualmente utilizables por todo revolucionario...este terrorismo puede ejercerse por la palabra y el acto...»

 

 «...atacar el capital y sus files guardianes, de la extrema derecha a la extrema izquierda. He aquí el sentido de nuestra práctica»

 

El Movimiento Ibérico de Liberación, tras su congreso de autodisolución en el verano de 1972, divide sus tareas en dos áreas: los Grupos Autónomos de Combate y las Ediciones Mayo 37. Después de ese congreso sufre una fuerte represión que desembocaría, en 1974, en el asesinato de Salvador Puig Antich. En el otoño de 1972 es editado el folleto «Violencia Revolucionaria», publicado en su formato original en la página http://www.mil-gac.info.

 
ooOoo
 
INTRODUCCION

El 16 de septiembre [del año 1972, nota de Historia Popular], después de una expropiación a mano armada en Bellver de Cerdanya, provincia de Lérida, Jose Luis PONS y Oriol SOLE fueron cogidos por la guardia civil, después de un tiroteo, cuando estos in­tentaban pasar la frontera.
 
El 24 en Barcelona, y en el momento de la detención de tres camaradas, Santiago SOLER, Javier GARRIGA, y Salvador PUIG, este último, en el intento de huir hizo uso de su arma hiriendo mortalmente a un ins­pector de la B.P.S., siendo él mismo herido gravemente y conducido al hospital.

Por les mismas fechas, la policía interviene en varios domicilios de conocidos obreros y lleva a cabo otra serie de detenciones. Todos los periódicos de España han puesto la noticia en la página de hechos diver­sos e intentan hacernos pasar por una "peligrosa banda de gángsteres". Poco a poco en Barcelona, comienzan a movilizarse todos aquellos que conocen nuestras activi­dades con el fin de que la patraña policiaca no llegue a sus últimas consecuencias.

La publicación de los textos que siguen cree­mos que serán la mejor información sobre nuestras actividades.

El primer texto, "Hacia el Comunismo”,  es una reproducción de lo que en su día sirvió para marcar el carácter de nuestras actividades.

"Reflexiones sobre la violencia" son una serie de notas explicativas, críticas y autocríticas del problema de la agitación armada, posteriores a la fecha en que los camaradas han caído.

El tercer texto tiene un interés inmediato y táctico: trazar una línea neta entre nosotros y los "organizadores" de la solidaridad.
 
G.A.C. Ediciones Mayo-37

"Las revoluciones proletarias…se burlan despiadadamente de las dudas, debilidades y las miserias de sus primeras tentati­vas, pareciendo abatir su adversario para permitirlo sacar nue­vas fuerzas de la tierra y dirigirlas de nuevo contra ellas, re­culando constantemente de nuevo delante la inmensidad infinita de sus propios fines, hasta que sea creada la situación que hará imposible toda marcha atrás".

                                                                                          C.Marx (18 Brumario de José Stalin)

Hacia el Comunismo

I

Tras el fracaso de la revolución internacional de 1848 y a partir de la ideologización de su teoría, se preveía para fines de siglo la imposibilidad del sistema del Capital para reproducirse.

De acuerdo con dicha teoría, los órganos soberanos de la lucha de clases y de la revolución socialista eran dos:

- los sindicatos reformistas

- los partidos reformistas al mando de dicho sin­dicatos y aplicando en su nombre una practica política de participación en el parlamento burgués.

Pero en realidad, el reformismo (partidos y sindicatos), solo servía para reforzar la subsistencia del sistema.

A principios de siglo pudo constatarse que el Capital se reproducía - contra la previsión de los teóricos del Mo­vimiento obrero - y que por consiguiente: 

- el reformismo era totalmente inca­paz de eliminar el sistema del Capital mediante la sola dinámica del problema de su reproducción.  (crisis del sistema capitalista : Bélgica 1904, Rusia 1905, Bélgica 1906, teorización de la huelga salvaje por la Iz­quierda Alemana, estallido de la guerra imperialista 1914-1918, Rusia 1917, Alemania 1918-19, Hungría 1919, Italia 1920, fascismos, crisis del 29, etc. ...).

- quedaba así claro que ni partidos parlamentarios ni sindicatos reformistas eran los órganos de la revolución social sino tan solo de la contrarrevolución del Capital (Alemania 1919, Hungría 1919, Rusia 1921, etc....).

La revolución socialista solo es frenada por partidos parlamentarios y sindicatos reformistas, y además se ve impuesta -con o sin reproducción del Capital- una practica anti-reformista, es decir, partidaria en su acción del anti-parlamentarismo y de la organización de clase (sindicalismo revolucionario, barricadas, te­rrorismo, consejos obreros, etc.).

Después de las consecuencias ultimas de la Crisis mun­dial (fascismos, crack del 29, guerra inter-imperialista 1939-45, reconstrucción de la post-guerra, posibilitad con ello una nueva reconstrucción del Capital en tan críticos momentos hasta la siguiente crisis de la reprodu­cción del Capital, etc. ...), después de ver limitados los objetivos de lucha anticapitalista a solo los de lucha antifascista,  se plantea de nuevo no solo la necesidad urgente del anti-parlamentarismo y de la organización de clase, sino de pasar así de los objetivos puramente antifascistas a los objetivos del Movimiento comunista, que en su fase de flujo es la Revolución internacional y la abolición del trabajo asalariado y el cambio. 

II

No pueden comprenderse los acontecimientos de Mayo 37 en Barcelona más que haciendo referencia a la realidad histórica del momento: por una parte, a la decadencia del sistema capitalista y, por otra, a la depresión profun­da del movimiento obrero internacional. Veamos rápida­mente de que se trata. 

Después de la guerra imperialista 1914-18, que llevo al capitalismo al borde de la revolución en todo el continente, el sistema solo logro alcanzar una situación de falsa esta­bilidad que fue bruscamente desmentida por la crisis mun­dial de 1929 : el capitalismo se veía progresivamente abo­cado a la barbarie que culminarla con la guerra mundial de 1939-45.

El declive capitalista fue muy acusado en un país como España, donde la clase dominante estaba constituida por una inestable mezcla de una burguesía industrial débil - fuertemente supeditada a los trusts extranjeros - con un amplio sector retardatario compuesto por feudales aburguesados, nobleza terrateniente, grandes dominios eclesiásticos, que llevaban a cabo una feroz explotación de la clase obrera y del campesinado.
 
Con la crisis del 29, cayó en España la falsa estabilidad simbolizada por la dictadura de Primo de Rivera, arras­trando en su caída a la propia monarquía. Pero la Repú­blica burguesa de 1931 no podía, sino, poner de manifiesto la debilidad congénita de la clase dominante española, ca­rente de un poder central sólidamente constituido y orga­nizado, limitada a un estrecho margen de maniobra política, sin amplias capas medias en que apoyarse, y en­frentada a la potente capacidad combativa de una clase obrera y campesina sensibilizadas por los crecientes contrastes sociales (expresión de la pobreza económica del país) y templadas, por otra parte, en las insurre­cciones esporádicas a que dicha miseria les conducía.

El capital se enfrentaba al periodo de decadencia del sis­tema recurriendo a dos formas estratégicas aparentemen­te opuestas, pero al servicio de unos mismos intereses; en unos países, jugando la carta del fascismo (Alemania, Italia, Portugal...); en otros, jugando la carta de la democracia y reuniendo entorno al programa del capital (New-Deal, intervención directa del estado en la economía) a todas las clases sociales (frentes populares). En España, la burguesía intento al mismo tiempo las dos estrategias: por una parte, el autoritarismo fascis­ta (Sanjurjo 1932, Gil Robles 1933-35, Franco 1936); por otra parte, la "República democrática", el frentepopulismo, la unión sagrada -en torno al programa po­lítico del capital - , de la burguesía "avanzada", de las capas medias y de las organizaciones obreras, desde la UGT y los estalinistas hasta la propia CNT-FAI.

Es, este doble juego de la burguesía española, lo que ex­plica que la insurrección franquista del 18 de julio de 1936 fuera algo más que un simple pronunciamiento mi­litar, y que gozara indiscutiblemente de la complicidad tacita de la República del Frente popular. Sin embargo, la respuesta absolutamente espontánea e irresistible de la clase obrera logro modificar la situación en 24 horas, sacando de su pasividad a las organizaciones obreras y rompiendo la sórdida hostilidad de la burguesía republi­cana que, según el propio Alcalá Zamora, no habría pensado en resistir a Franco si no hubiera sido impulsa­da a ello por las masas.

Los hechos hablan claro. Precisamente a partir del 19 de julio el proletariado, conjugando su lucha armada con la huelga general, logra llevar la lucha social a su mas alto punto de tensión» Sólo a partir del 28 de julio, con la extinción completa de la huelga general, la aterrorizada burguesía republicana puede volver a pensar en adaptarse a la nueva situación, legalizando los hechos con­sumados, expropiaciones, reparto de tierras, control obrero, depuración del ejercito y de la policía, etc. ... siempre y cuando estas conquistas acepten quedar supedi­tadas a las necesidades de la guerra antifranquista y el dejar así de lado, con el pretexto de la guerra, la necesa­ria destrucción del poder político de la burguesía: el Es­tado capitalista.

Las milicias proletarias, surgidas espontáneamente de la fermentación social, cayeron muy pronto bajo un control cada vez mayor del "Comité central de milicias”, organis­mo formalmente "proletario" pero bajo el control político de socialistas, estalinistas, anarquistas y partidos burgue­ses que contaban con la mayoría de delegados. Paralelamen­te, las colectivizaciones, destinadas a colocarlas relacio­nes de producción y de distribución bajo el control directo del propio proletariado, vieron supeditado su funcionami­ento a la instancia suprema del "Consejo de economía", ministerio de economía del gobierno de la "Generalitat de Cataluña".

La burguesía conservaba algo más que un simple poder de fachada. Los engranajes fundamentales del Estado queda­ron prácticamente intactos: el ejército (aunque bajo nuevas formas), la policía (los cuerpos de guardias de asalto y guardia civil no fueren disueltos y se quedaron en los cuarteles esperando su oportunidad), y la burocracia (dedicada a inspirar en el sentido de los intereses de la burguesía las decisiones del Comité central de Milicias y del Consejo de economía). La huelga de masas inicial se había transformado en una guerra que oponía a obreros contra obreros y a campesinos contra campesinos bajo el control de la burguesía, tanto en el campo de Franco como en el de Companys y Azaña. Era evidente que incluso la vic­toria del bando antifascista amenazaba con fortalecer a la burguesía republicana y volverse así contra los intere­ses de clase del proletariado.

 Al mantenimiento de los engranajes del Estado y a la obs­trucción de las realizaciones de la revolución tanto en el frente como en la retaguardia, vino a añadirse el reforza­miento de la política de la burguesía por la Sagrada alian­za de ugetistas, estalinistas y la dirección de la CNT-FAI. La reacción estalino-capitalista buscaba continuamente ocasiones para atacar la revolución. A fines de abril, la Consejería de Orden publico trató de poner en práctica el acuerdo de la Generalitat que prohibía la circulación y el ejercicio de sus funciones a las Patrullas de control: los trabajadores armados se apostaron en lugares estra­tégicos y desarmaron a 250 guardias enviados por la Generalitat. Así mismo, la Generalitat envió tropas a la frontera para reemplazar a los comités obreros que la controlaban desde el 19 de julio: fueron rechazadas y desarmadas en su mayoría, registrándose violentos cho­ques especialmente en la zona de Puigcerda. Se presentía próximo un choque general y decisivo.

Fue precisamente en mayo del 37 cuando la contrarrevo­lución, cumplido su trabajo preparatorio, juzgó llegado el momento de pasar de la ofensiva verbal a la ofensiva armada, abalanzarse sobre la revolución, desarticularla, obligarla a retroceder, aniquilarla. Así, el día 3 de mayo de 1937 a las tres menos cuarto, el comisario de Orden publico de la Generalitat, Rodríguez Salas (estalinista), al frente de una banda de guardias de asalto rato de ocupar el edificio central de teléfonos (plaza Catalunya), provisto de una orden firmada por Aiguadé, consejero de la Generalitat: los obreros de la telefónica contestaron a las armas con las armas. Inmediatamente, sin mas convocatoria que el ruido de los primeros dispa­ros, los obreros catalanes se levantaron en armas como el 19 de julio, conjugando la huelga general con la lucha armada, llenando el país de barricadas y preparándose para el asalto de la Generalitat a la primera orden del mando supremo de la CNT-FAI. Como la provocación fas­cista de julio del 36, la torpe provocación estalinista de mayo del 37 solo sirvió para poner de manifiesto la deci­sión del proletariado catalán de llevar la lucha de clases hasta sus ultimas consecuencias. 

miércoles, 1 de octubre de 2014

Comisiones Obreras, inicios y desarrollo. Lucha obrera dentro del Plan capitalista


(Texto extraído de  «La relación capital/trabajo bajo el franquismo. Los años del "desarrollismo"», 1962-1968, Santiago Lopez Petit. Las negritas son nuestras)

En este periodo, hablar del Movimiento Obrero no puede hacerse sin hablar de Comisiones Obreras. De las Comisiones Obreras en mayúscula, en minúscula, en singular... Surgidas en Asturias, como expresión de la autonomía de clase y de la repulsa hacia la CNS, que llevan en sí mismas un proyecto de ruptura y de reagrupamiento de las fracciones de clase más avanzadas. Ante la represión, la Comisión Obrera representativa se hace clandestina. Se crean así los primeros núcleos relativamente estables de una organización autónoma de clase.

El PCE al igual que el FLP comprenden en seguida que detrás de este proyecto se abre un nuevo horizonte en pos de aumentar su incidencia en la clase obrera. En la batalla burocrática, vence la concepción del PCE. Comisiones Obreras debe ser una alianza de fuerzas políticas, cuyos planteamientos no superen el marco de la lucha democrática, y para ello, nada mejor que declararlas apolíticas. Con esta concepción, el PCE espera que sea mucho más sencillo imponer su legalización. Bajo esta perspectiva completamente tergiversada, ya que se altera tanto su carácter autónomo, como su orientación de clase y anticapitalista, el PCE extiende las nuevas Comisiones Obreras. El procedimiento no puede ser más burocrático. Primero se formaba la Comisión Obrera de una localidad por aglutinamiento de las fuerzas políticas presentes. Luego se intentaba la extensión a todos los ramos y fábricas, reproduciendo a menor escala el modelo unitarista. El PCE descubre así en Comisiones Obreras el organismo que posibilita vehicular toda la práctica reformista dentro del Movimiento Obrero que a su vez permite la aparente liberalización: para ello es necesario, sin embargo, no sólo promover otra concepción de Comisiones Obreras, sino también introducir numerosas deformaciones ideológicas y prácticas. El PCE fomenta el asambleísmo no como una práctica de clase, sino como la mejor manera de crear líderes y penetrar en la legalidad burguesa. El liderismo y el «consignismo» para sustentar una concepción de Comisiones Obreras mucho más cercanas a un amplio movimiento con mínima estructuración, que a una organización autónoma de clase. El parlamentarismo como método de lucha en la empresa (Hispano Olivetti, Maquinista, Aislamibar, etc.) aunque esto suponga el desmantelamiento de la organización interna, la represión abierta. O las convocatorias abiertas en la calle (Plaza Cataluña, por ejemplo) que no sirven en absoluto, para hacer avanzar la organización obrera.9 Son evidentes las contradicciones en que cae esta concepción completamente subordinada a una política interclasista. Defensa de unas Comisiones Obreras apolíticas que en realidad hacen la política del PCE. Abandono del trabajo de base en función del desarrollo burocrático (coordinadoras locales...) cuya finalidad es el control político. Etc...

Las primeras acciones de Comisiones Obreras se desarrollarán en 1964. Las consecuencias más notables son, que a diferencia de las luchas de los años 1961-1963, las movilizaciones de los metalúrgicos de Madrid de 1964-1965, permanecen en todo momento dentro de los cauces legales: la CNS y los convenios colectivos. Las acciones de CCOO dentro de la legalidad, que llega a formar una comisión asesora de la sección social del metal en 1964, les otorgará un gran renombre, y en la medida en que van levantando sus hombres públicos, e interviniendo en las luchas de las grandes empresas Standard, Perkins, AEG, (1966) también cambia el carácter de los movimientos de clase. Más economicistas, localizados en los centros de producción, pacifistas. Desaparecen las grandes movilizaciones, y las únicas que tienen lugar, responden a convocatorias burocráticas: «contra la carestía de vida», «por un salario mínimo», etc...; desvinculadas totalmente de los procesos concretos de lucha, y cuya finalidad es estrictamente útil a la política pactista del PCE. Pero esta práctica reformista hubiera sido imposible sin unas condiciones favorables para su implantación. Convenios colectivos de empresa, no intervención de la policía si la lucha no sale a la calle, alzas salariales sectoriales que fraccionan a la clase trabajadora...

En esta aparente liberalización, que el PCE teoriza (?) como crisis de la Dictadura, CCOO se lanza a la participación en las primeras elecciones (septiembre-octubre de 1966) mínimamente libres. El ministro Solís decía: «A nadie se le preguntará de dónde viene sino a dónde va». Son los momentos de mayor auge del reformismo obrero. Sus líderes públicos se pasean por el Estado dando mítines, el índice de participación es elevado y la seguridad del PCE es tanta, que hasta recomienda participar en las elecciones secundarias para escalar en las vocalías a nivel local y nacional. Pero todavía va más lejos. En un artículo «Sobre el fortalecimiento del Partido» de este año, recomienda «formas más ágiles que las rígidas estructuras orgánicas de células y comités». El choque con la realidad será muy fuerte. Celebrando con gran éxito el Referéndum en diciembre de 1966, cohesionadas las fuerzas políticas burguesas, y de nuevo con iniciativa política, ya que el referéndum había sido la ocasión inmejorable para polarizar a su alrededor la atención general, el capital prepara su ofensiva. Antes de la jornada de lucha del 27 de octubre de 1967, son encarcelados los dirigentes públicos de CCOO. La policía vuelve a entrar dentro de las empresas en lucha. La primavera de 1968 señala el declive de Comisiones Obreras. El llorado Movimiento Obrero entra en una profunda crisis. ¿Qué ha pasado?

jueves, 12 de enero de 2012

EL FASCISMO ESPAÑOL: LA IDEOLOGIA CLERICAL-AUTORITARIA.

Introducción. (I) El papel histórico de la Falange. 

«La ideología fascista aparece disfrazada y vergonzante, y es, sin duda, una tarea importante contribuir en cada momento al descubrimiento de ella bajo la capa del conservadurismo, la tolerancia, el liberalismo, etc». Caros Castilla del Pino. (1968)

«España prosperó gracias a Franco y la democracia fue posible gracias a el» Alvaro Pombo,  Premio Nadal, dirigente de la UPyD,declaraciones a la revista chilena The Clinic, 2012

Se utiliza aquí el término ideología como un conjunto sistematizado de opiniones, actitudes y valores ; en suma —como dice Adorno—, una manera de pensar sobre el hombre y la sociedad. Las ideologías tienen una existencia independiente de cualquier individuo aislado y son, generalmente, el reflejo de las opiniones, actitudes y valores de una determinada clase social.
La ideología es un reflejo del conocimiento que tiene la clase de sí misma. La clase dominante española posee una ideología fascista sui generis cuyo rasgo más acusado es, sin duda alguna, el clericalismo. El clericalismo supone un ensalzamiento frenético y, al mismo tiempo, sacralizado de la autoridad.
Prevengo al lector que no intento convertir lo de clerical-autoritario en un concepto definitivo. Como dice J.L. Borges, el idioma español adolece de varias imperfecciones; una de ellas es su ineptitud para formar palabras compuestas. Es lógico, pues, que no encuentre otras palabras para designar esta ideología en castellano. La he preferido, sin embargo, a nacional- catolicismo, feliz invención de Aranguren, dado que el clerical-autoritario acepta la Iglesia católica pero no tiene por qué ser creyente. El término catolicismo implica, en cambio, los dogmas y creencias de la Iglesia y su acepción general es, por consiguiente, más limitada. Por otra parte, los objetivos de la burguesía española nunca fueron « nacionales ». En resumidas cuentas, el clerical-autoritario acepta el clero y el nacional-católico comulga con ese clero. Obviamente preferimos la denominación primera.

La principal ventaja política que el Opus Dei ofrecía a sus afiliados era, en apariencia, su falta de compromiso ideológico. Parecía, en un principio, que los píos militantes de la Obra de Dios habían descubierto un recurso que les evitaría el enojoso asunto de la etiqueta política. Luego, conforme « la actitud cultural » de los primeros socios de la Obra de Dios alojados en el CSIC llegó a tomar un rumbo decididamente político, una ideología implícita quedó al descubierto : la ideología clerical-autoritaria.
En España, la ideología clerical-autoritaria es la resultante de un acontecimiento histórico, el fascismo, que sacudió en los años treinta a las burguesías europeas ; y de un largo proceso en el cual la burguesía española quiso enlazar con el reinado de los Reyes Católicos, donde, como se sabe, terminó una época, el feudalismo, y apareció el Estado moderno. Porque en España, a diferencia del resto de Europa, las ideas cristianas no cedieron su sitio durante el siglo xviii a las ideas de progreso y tan sólo después de la guerra civil 1936-1939, la burguesía ha logrado hacer compatibles las ideas religiosas con un cierto progreso económico. En otras palabras, que la burguesía ha cuajado como clase en el segundo tercio del actual siglo. En la empresa del « desarrollo » la burguesía se ha movilizado gracias, sobre todo, al apoyo de un poder político totalitario.

El ingrediente tecnocrático apareció más tarde, cuando « la conciencia profesional » se impuso gradualmente. Así la conciencia de clase quedaba desligada en los individuos, evitándose con ello el peligro que siempre entrañaron los conflictos de intereses en su dimensión social. Esta dimensión, sin embargo, es necesaria para darse cuenta que los intereses de la clase burguesa no representan, ni por asomo, los intereses generales de la sociedad.

1. El papel histórico de la Falange.
Si se desea resumir brevemente los requisitos históricos del fascismo, deben señalarse, según Dobb, tres factores fundamentales : la desesperación del capital por encontrar una solución normal a la dificultad creada por la limitación del campo de inversión ; una numerosa y oprimida « clase media» constituida por elementos déclassés que, a falta de otro punto de apoyo, se halla madura para ser incorporada al credo fascista y, finalmente, una clase trabajadora lo suficientemente privilegiada y fuerte para resistir a una presión normal sobre su nivel de vida, pero bastante desunida y carente de conciencia de clase (por lo menos en su dirección política) y por ello débil políticamente para hacer valer sus derechos o para resistir al ataque [ Maurice Dobb: Economía política y capitalismo. Mexico, 1961 p.117] . De estas tres condiciones sociales que pueden resumir de cierta manera el fascismo, tan sólo parcialmente la segunda parece haberse cumplido en España. Esto explica, en principio, que el modelo clásico de fascismo no sea aplicable a España, y según algunos, el fascismo haya tenido poco arraigo social en nuestra patria. Dos crisis decisivas en la vida de Falange Española aportan todavía más confusión a quienes pretenden aplicar los moldes clásicos del fascismo en España. Esta doble crisis fue la escisión de Ramiro Ledesma Ramos y sus compañeros en 1935 y los sucesos acontecidos en abril de 1937 antes de la unificación de falangistas, jonsistas y tradicionalistas y otros elementos en Salamanca.

Es cierto que la clase media española abasteció de « camisas viejas », en no sabemos qué grado, a la Falange [Está lejos de mi intención tratar aquí la actitud y origen social de los «camisas viejas» de la Falange. Pero tal estudio –aunque solo fuera seguir las peripecias de los primeros cincuenta miembros hasta abril de 1937- aportaría datos muy interesantes para conocer la rama que podríamos llamar “mesocrático-popular”, en contraposición con una rama elitista, ambas sociológicamente perceptibles en el seno de la Falange] ;  pero no es menos cierto también la pugna que opuso estos elementos desde el comienzo a los camisas viejas « elitistas » dentro de la Falange.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Los soldados con los obreros, los generales con los banqueros. «Crónicas pre-necrológicas de un régimen», Pablo Harri (1975) 2ª Parte

 «No se mata por matar, ni siquiera Franco. Se mata por algo, para algo. Y se está en el poder a los 82 años y en ruina física por algo y para algo. Aun con la cierta autonomía real que el aparato político adquiere sobre la formación social a que responde y de la que esa formación no se sacude exacta­mente cuando quiere y de una manera mecánica, el aparato político del franquismo obedece a las necesidades de la reacción de las fuerzas sociales a que res­ponde, y Franco es una parte, una parte muy importante, de su propio aparato político e ideológico; el franquismo existe y se mantiene porque existe y se man­tiene Franco que a su vez políticamente existe y se mantiene porque existe y se mantiene el franquismo, ambos y así nece­sariamente correspondientes y necesarios para unas clases en un momento histó­rico .La venganza es necesaria, las eje­cuciones no son una acción política ais­lada y necesaria para terminar con el «terrorismo»; ese tipo de lucha tiene difí­cil fin y eso se sabe. »


El ejército está detrás y no hay que con­fundir las cosas. Cierto, se detiene a mili­tares, se exila un capitán de aviación, se hacen declaraciones desde París en las que se manejan unas cifras que muchos observadores consideran exageradas —ochocientos miembros de la unión mili­tar democrática—, y se utilizan estos da­tos para contratar y para pactar. El ene­migo se reduce, son cuatro ultras en torno al Pardo, hasta el ejército es ya —o va a serlo muy pronto— democrático. Todos juntos contra un solo hombre malo, el general del Pardo, «el demonio de los ma­res», o por lo menos de los ríos salmone­ros, con lenguaje de este comic interesado que el reformismo pretende desarrollar como análisis de las fuerzas reales en pre­sencia. Pero no es una historieta, sino la historia. Y la historia va escribiéndose de manera diferente, ante la que toda defor­mación supone interés o error. Si hay error, la denuncia constante exige poner ante los ojos del movimiento obrero el burdo desvío de la realidad que se está planteando. Si se trata de intereses en juego, ¿los intereses de quién? La denun­cia, puesto que no son los intereses de clase de ese movimiento los que llevan a apoyar una política que apuntale las vaci­laciones de la burguesía del cambio, tiene un doble supuesto, además de una urgen­cia que la hace inaplazable y de una exi­gencia que la tiene que hacer permanente: el efecto de clarificación en cuanto recha­zo de unas tesis y una práctica política contrarias a los intereses objetivos del proletariado y capas populares, y el efecto educativo del análisis y verificación de su contenido real. Si se refuerzan los orga­nismos y plataformas interclasistas, se abre un crédito a los intereses no ya aje­nos, sino contrarios, los intereses antagó­nicos precisamente; si se pretende el refor­zamiento de las organizaciones de masas, el camino es el inverso al elegido por los movimientos reformistas, pues no parece que pueda hacerse más que a través de la autoorganización y la comprensión extensiva de que la iniciativa en la lucha dará su dirección, y mediante acciones unitarias de clase.

Y respecto al ejército, que asume institucionalmente la repre­sión a los niveles más altos, la respuesta correcta no parece que sea esperar a que los supuestos, o reales, ochocientos ofi­ciales demócratas crezcan, asciendan, se impongan y contemplen la autodestrucción del aparato militar del Estado bur­gués, que es su autodestrucción social, sino todo lo que se desprende de esa frase, tomada en préstamo como título, que resume las consignas de la hoja repartida por los cuarteles de Euskadi:
«Compañeros soldados: Ayer se celebró en Bur­gos el Consejo de guerra contra Garmendia y Otaegui. El fiscal militar pide para ellos la pena de muerte. A través de este juicio farsa contra dos hijos del pueblo vasco, el ejército aparece de nuevo implicado en los proyectos criminales de Franco y los suyos. Vuestros jerifaltes suelen decir que «los mili­tares no se meten en política», que el ejército sirve «para defender a la nación de posibles ataques de potencias extranjeras». Este burdo cinismo contrasta fuertemente con lo que esta­mos viendo todos los días. ¿Qué hace en reali­dad el ejército?

—Llevar al matadero del Sahara a contingentes cada vez mayores de soldados de reemplazo para que defiendan con su sangre los fosfatos de cuatro ricachos y para que se ganen el odio del pueblo saharaui al que el franquismo niega su derecho de elegir libremente su destino. —Ayudar a los civiles, a los grises y al tribunal de Orden público a machacar a los luchadores antifranquistas, conduciendo al garrote vil a los revolucionarios que pasan por sus sinies­tros Consejos de guerra, como lo hicieron ayer con Salvador Puig, lo intentan hacer con Gar­mendia y Otaegui y lo intentarán después con Pérez Beotegui, Pablo Mayoral y sus compañe­ros del FRAP, Eva Forest, Antonio Durán... y con todos cuantos se atrevan a levantar su voz contra este régimen de explotación y terror. Esto pasa porque, en realidad, la misión del ejército no es otra que defender a los tiranos y a los capitalistas de la lucha, cada día más amplia, de la clase obrera y del pueblo contra la opresión y la explotación. Así, los oficiales que ponen en cuestión tímidamente esta «misión» son encarcelados (como ha pasado con los ocho capitanes de Madrid), mientras unos generales gorilas sueñan con poder utilizar a sus regi­mientos para emular contra el pueblo las haza­ñas de Franco y Pinochet.

¡Hay que impedir que este ejército de guerra civil lleve a la muerte a Garmendia y Otaegui! ¡Los trabajadores y el pueblo ya han empezado a luchar para salvar sus vidas: con la Huelga General de Ondarroa y Gernika, los paros de Altos Hornos, General eléctrica, Babcock, Banca... con manifestaciones en Zarauz, en Hernani, en Lekeitio, las numerosas acciones en todos los barrios y pueblos de Vizcaya y Gui­púzcoa, con las huelgas de hambre que man­tienen 290 presos políticos de Basauri y otras cárceles... En su nombre, en el de la clase obrera y el pueblo, os llamamos también a voso­tros, compañeros soldados: Obreros, empleados, estudiantes, campesinos de uniforme. ¡¡Unios a nuestra lucha para salvar a Garmendia y Otaegui!! ¡¡Organizaos en vues­tros cuarteles para discutir las formas de apoyar a los trabajadores y al pueblo!! ¡Abajo las pe­nas de muerte! ¡Fuera los Consejos de guerra! Libertad para todos los presos políticos! ¡Liber­tad para los militares encarcelados! ¡¡Los generales con los banqueros, los soldados con los obreros!! Comité provincial de Vizcaya de LCR-ETA VI.»
Los Consejos de guerra, de esa tanda que se pretende la primera con la promesa de un trágico «continuará», terminan con un balance sorprendente para muchos, y aun realmente para todos si se sitúan en el múltiple marco del año en que esto ocurre, del continente en que tiene lugar, del tiempo transcurrido desde el fin de la guerra civil, etc. Once penas de muerte por delitos políticos, en Consejos de gue­rra en los que ninguna norma jurídica ha sido respetada, es una cifra poco fre­cuente; once penas de muerte en unos Consejos de guerra en los que no se ha podido demostrar que mataran pero tam­poco se ha podido demostrar que no ma­taran que era la propuesta del poder, y aun que no pertenecían a ninguna organi­zación, sobrepasa la medida incluso para el franquismo. Pero es posible aunque re­sulte difícil creerlo, y en el otoño de 1975 se anuncian once penas de muerte que proponer a la firma de Franco mientras su prensa —rotos los espejos— considera un payaso sangriento a Idi Amin Dada de Uganda. Once penas de muerte que no se cumplirán, dicen algunos. Que se cumpli­rán en proporciones variables, aseguran otros. Porque como Herrera Esteban ministro de Información que no venía a cerrar nada que estuviera abierto y por poco nos pone esparadrapos en los ojos, acreditándose con prontitud en el difícil record de ser uno de los hombres del régimen que menos verdades ha conse­guido decir desde un cargo oficial, afirma en una rueda de prensa: «El embarazo de las dos condenadas a muerte no ha sido contemplado por el gobierno», cuan­do se le pregunta por los posibles indul­tos, o conmutaciones, de los condenados. Lo cual, además de la brutalidad que a simple vista denota la frase supone la disposición a transgredir su propio Código penal que sí contempla el embarazo de una condenada a muerte. Los Consejos de guerra resumen su tarea paródicamente justiciera en esas once condenas. De ellas, hay que repetirlo por­que la España negra ha vuelto a escupir en el suelo, dos mujeres, una comprobadamente embarazada, se dice que las dos, y un hombre gravemente enfermo, irrecu­perablemente disminuido en su capacidad mental.
La venganza.

Hubo rumores al anochecer del viernes 26 de septiembre, y en algunos lugares el pueblo se echó a la calle. Se confirmaron en la atónita mañana del 27, un sábado triste con ojos rojos y mucha rabia. Cinco condenados habían sido ejecutados; es decir, cinco presos políticos habían sido asesinados. Se había cumplido la ame­naza. Se había, en realidad, cumplido la venganza. Si hablar únicamente de ven­ganza parece frivolizar políticamente la cuestión, no lo es tanto si se aclara que se trata de una venganza histórica y colec­tiva, no de una represalia personal llevada a cabo en un momento de ira o de temor. La ira y el temor existen también, pero las órdenes de ejecución que Franco fir­ma están muy bien pensadas, aunque pre­vistas muy mal las consecuencias. Franco, en ese momento, tiene ochenta y dos años y le faltan dos meses y cuatro o cinco días para cumplir ochenta y tres, la enfer­medad de Parkinson y otras dolencias que arrastra desde el verano de 1974, la salud arruinada y apenas se le oye pues su amanerada vocecita de mozo de serrallo se ha encogido; pero todo ello no le hace plantearse la vida humana ajena de ma­nera diferente, ni la política que repre­senta con otras posibilidades menos trá­gicas. El tierno abuelo de mentón flácido y ojos llorones ni siquiera odia, de eso se encargan quienes le rodean, que le han descargado de las rudas tareas del espí­ritu; quismo obedece a las necesidades de la reacción de las fuerzas sociales a que res­ponde, y Franco es una parte, una parte muy importante, de su propio aparato político e ideológico; el franquismo existe y se mantiene porque existe y se man­tiene Franco que a su vez políticamente existe y se mantiene porque existe y se mantiene el franquismo, ambos y así nece­sariamente correspondientes y necesarios para unas clases en un momento histó­rico .La venganza es necesaria, las eje­cuciones no son una acción política ais­lada y necesaria para terminar con el «terrorismo»; ese tipo de lucha tiene difí­cil fin y eso se sabe. Desde la promul­gación del decreto-ley hasta los primeros días de octubre, se producen los siguien­tes atentados admitidos oficialmente: 14 de septiembre, muere un Policía Arma­do en Barcelona; 30 de septiembre, dos Po­licías Armados son heridos gravemente en el curso de un atraco a la Residencia de la Seguridad Social que produce una ga­nancia de 21 millones de pesetas a sus autores, uno de los policías muere pocos días después; 1 de octubre, tres Policías Armados muertos y uno herido grave, en Madrid; 6 de octubre, tres guardias civiles muertos y dos heridos de gravedad en un atentado en Oñate (Guipúzcoa). Estas dos últimas acciones, 1 y 6 de octubre, son respuestas a los cinco fusilamientos del 27 de septiembre.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Los soldados con los obreros, los generales con los banqueros. «Crónicas pre-necrológicas de un régimen», Pablo Harri (1975) 1ª Parte

[...] El ejército cumple un cometido represivo hasta ese momento, y lo cumple, según los generales, no sólo por obligación sino con satisfacción: «Detrás de vosotros estamos nosotros», dirá el ministro del Ejército, Coloma Gallegos, a la Guardia civil y cuerpos de policía en una gira por Euskadi para levantar la moral y resta­blecer la disciplina de estas fuerzas, entre las que cunde cierto desánimo. En Vizcaya y Guipúzcoa son numerosas las peticiones de traslado «por motivo de salud» de guardias civiles destacados en los pueblos, en los que viven en completo aislamiento ellos y sus familiares con respecto a los demás vecinos que ni siquiera, en muchas localidades, Ies dirigen la palabra; fami­lias bloqueadas por el enorme silencio que les rodea, congeladas en el desprecio, el odio y el temor, complementarios casi siempre, por su actuación, por una pre­sencia que ha pasado de la arrogancia des­pectiva de la época en que se movían como ocupantes de un pueblo vencido a un visible sentimiento de temor y de odio, también complementarios entre sí y con respecto a los mismos sentimientos en el pueblo.[...]

«Ahora vivimos tiempos de paz, a pesar de que existe un enemigo latente, que no merece ni tan siquiera ese calificativo, porque son una especie de ratas de alcan­tarilla» dijo el entonces Capitán general de la VII Región (Valladolid), Pedro Merry Gordón, por los alrededores del primero de mayo de 1975; ya que para los tenientes generales sin excepción el Pri­mero de mayo es el día de celebración, una fiesta y un recuerdo de que la lucha continúa, de todas las ratas de alcanta­rilla del mundo, ratas de las que noso­tros no somos más que una «especie de». Se podrían citar cientos de textos, Franco incluido, del miedo y el asco de los gene­rales como institución hacia la clase obrera y sus aliados, asco y odio paliados por el miedo a su fuerza y la necesidad de su esfuerzo. Se podría, pero, además de que son de sobra conocidos, cada día añade alguno. La función represiva, que a tantos militares disgusta según los ru­mores interesados, y que a algunos mili­tares disgusta realmente como individuos, es tarea antigua en el ejército español, perfectamente aceptada y asumida con conciencia de lo que representa y los fines que persigue. Así ha sido, así ha venido siendo, así es por el momento a pesar de las excepciones individuales de las que surgen luego bulos aprovechados por los planteamientos reformistas de un ejército bueno en comparación y contrapuesto con un ejército malo; y subrayo ejército por­que sigo teniendo que repetir ad nauseam lo del ejército como institución para evi­tar que alguien, otra vez, me diga que él conoce a un capitán que echa pestes de Franco y que por tanto sólo los izquier­distas niegan la existencia de militares de­mócratas. Esa función represiva alcanza su punto más alto, o más significativo, actualmente en los Consejos de guerra contra militantes políticos, a los que hasta ahora nunca se han negado. La época dramática del franquismo agó­nico se abre con el que tiene lugar en Bur­gos contra Garmendia y Otaegui. Sobre este Consejo dice un informe redactado por un grupo de abogados:
«Concurre la circunstancia de que Garmendia fue abatido y apresado en San Sebastián el día 28 de agostó de 1974. Una bala le atravesó los lóbulos parietales del cerebro, provocando pér­dida de la masa encefálica. A consecuencia del mismo, fue ingresado en la Residencia Nuestra Señora de Aránzazu de la Seguridad Social, en San Sebastián, permaneciendo inconsciente du­rante varias semanas. Posteriormente fue tras­ladado al Hospital Penitenciario de Carabanchel, siendo intervenido quirúrgicamente en el mes de octubre de 1974. Permaneció en absoluta incomunicación con los demás presos, familia­res, etc., hasta el día 27 de diciembre de 1974. Durante este tiempo sufrió interrogatorio del juez militar y de funcionarios de la Brigada político social, siendo las declaraciones presta­das en tales circunstancias la base sobre la que se articula la acusación fiscal. Su estado físico, según certificación medica expedida por el doctor Arrazola Silió, jefe del Servicio de Neurocirugía de la Residencia Nuestra Señora de Aránzazu, dice que Garmendia presenta «trastornos motores, de desorientación espaciotemporal, afasia e importantes trastornos ideomotores, pérdida de comportamiento categorial [...]» está imposibilitado para leer y escri­bir con corrección y su estado físico es de defi­ciencia mental, no recuperable.

Concurre la circunstancia de que Otaegui fue detenido el 7 de noviembre de 1974, a raíz de las declaraciones prestadas por Garmendia en las condiciones anteriormente señaladas. Concurre la circunstancia de que los artículos 567 y 568 del Código de Justicia militar disponen las medidas relativas a la averiguación del esta­do mental del procesado, con preceptivos infor­mes de peritos médicos, y si el estado de demen­cia sobreviniere con posterioridad a la comisión del supuesto delito, la suspensión y el archivo de las actuaciones en tanto el procesado no recobre la salud, siendo así que el Ministerio fiscal juridico-militar en su escrito de conclu­siones provisionales, no solicita la práctica de prueba alguna en torno al esclarecimiento de tan fundamental extremo. Sí, en cambio, lo ha solicitado la defensa del procesado, encontrán­dose en la actualidad paralizado el curso nor­mal del proceso, en tanto no se resuelva dicha cuestión previa.
Concurre la circunstancia de que, una vez más, va a ser un Tribunal Militar quien enjuicie la conducta política de dos civiles, que, una vez más, se pida la pena de muerte para dos mili­tantes de organizaciones políticas, y que, esta vez, se produce con ocasión del establecimiento de la declaración de estado de excepción en Vizcaya y Guipúzcoa y con declaración de mate­ria reservada a toda información política sobre ambas provincias.»
Garmendia y Otaegui son condenados a muerte. Garmendia como supuesto autor de la muerte del cabo de la Guardia civil Posadas Zurrón, de la brigada llamada de información pero en realidad su propia «policía política», Otaegui, por haber aco­gido a Garmendia en su casa. Sigue el Consejo que tiene lugar en el acuartelamiento de «El Goloso», cerca de Madrid, tomado como en una operación de guerra, contra seis militantes del FRAP. La prensa, a través de agencia, dirá con el mayor respeto y el mayor miedo pues rige el decreto-ley antiterrorismo:

«El procedimiento se inició por trámites ordi­narios, pero en virtud de lo establecido en el artículo 12 del decreto-ley sobre Terrorismo, al ser elevada la causa a plenario ha sido conti­nuada por procedimiento sumarísimo. Al comenzar el juicio fue denegado el inci­dente de recusación planteado por los aboga­dos defensores de los procesados. Se procedió a la lectura del «apuntamiento», resumen de las acusaciones que se imputan a los procesados y de las actuaciones llevadas a cabo por las auto­ridades para el esclarecimiento de los hechos, lectura que duró breves minutos. Durante esta lectura varios de los defensores hicieron algu­nas observaciones al presidente del Tribunal, que les apercibió para que no realizaran inte­rrupciones.

Cuando por tercera vez los abogados volvieron a interrumpir la lectura del «apuntamiento» el presidente lesordenó abandonar la sala, ocu­pando el estrado los abogados codefensores en virtud de lo establecido en el reciente decreto- ley sobre Terrorismo. Como los codefensores volvieran a realizar interrupciones, el presidente del Consejo de guerra les ordenó asimismo aban­donar la sala, quedando únicamente en estra­dos el letrado don Pedro González, defensor del procesado Fonfría, siendo sustituidos los demás por abogados  defensores militares nom­brados de oficio.»

Fueron condenados a la última pena: Con­cepción Tristán, María Jesús Dasca, Caña­veras de Gracia, Sánchez Bravo y García Sanz por la muerte del teniente de la Guar­dia civil Pose Rodríguez.
En ninguno de los casos se prueba nada de lo afirmado por el fiscal. A él le bas­tan los informes policiales y las declara­ciones firmadas en comisaría por los acu­sados. Siguen los Consejos de guerra sumarísimos, uno contra cinco militantes del FRAP: Manuel Blanco Chivite, Baena, Fernández Tovar, Pablo Mayoral y Fer­nando Sierra. Según la prensa:
«La defensa hizo constar que se les ha impo­sibilitado la defensa al denegarles el juez nume­rosas pruebas propuestas: documentales, peri­ciales y testificales, y que, en consecuencia, les era imposible realizar su misión limitándose su actuación a poner de manifestó al Consejo de guerra las dificultades encontradas. Entre las pruebas denegadas están: la prueba dactilográfica del arma utilizada en el hecho enjuiciado, arma que no fue remitida al Juzgado militar, que determinaría quién la manejó. Otro abo­gado manifiesta que, al no habérsele permitido aportar elementos de prueba, es lógico que pre­gunte: ¿Cuál es el papel de la defensa? Otro abogado manifiesta que se han omitido las pruebas que hubieran podido permitir descu­brir al verdadero autor o autores de los hechos. Los defensores coincidieron en afirmar que la acusación pide que se condene a los procesados sólo por sus declaraciones. El fiscal respondió que «la confesión es prueba por sí misma», a lo que la defensa pidió que se leyera el artículo 552 del Código de Justicia militar, cuyo texto dice: «El juez instructor practicará las diligen­cias que conduzcan a la comprobación del delito y sus circunstancias, aunque el procesado con­fiese ser autor del mismo», lo que no fue esti­mado pertinente por el Tribunal.»
Otro consejo de guerra sumarísimo contra Juan Paredes Manot, Txiki, acusado de atraco a una sucursal urbana del Banco de Santander en Barcelona, «acto delic­tivo en el que resultó muerto el cabo pri­mero de la Policía Armada, Ovidio Díaz López», y por la resistencia que opuso al ser detenido. Dice la agencia Cifra:
«Posteriormente se pasó a la prueba testifical, en la cual dos inspectores de la Brigada de Investigación Social de Barcelona reconocieron a Txiki, por haberle visto cuando huía del Banco, mientras que el conductor y uno de los componentes de la dotación de Policía Armada, que mandaba el cabo primero fallecido, al ser interrogados por el fiscal militar y el abogado defensor, afirmaron rotundamente haber visto cómo Juan Paredes había disparado contra el agente de las fuerzas de orden público que resultó muerto.»
Porque la policía que detiene, que inte­rroga, que tortura, que fuerza las decla­raciones necesarias, que formula en reali­dad la acusación que el fiscal se limitará a leer en cierta forma parajurídica, es también la que después, en el Consejo de guerra, hace de testigo, reconoce al acu­sado y listo el asunto. Demasiado grotesco si no hubiera vidas por medio, si no hu­biera años de cárcel, si no hubiera repre­sión; si no se tratara del anhelo delirante de continuar a cualquier precio, de la antigua vesania del viejo dictador podrido en vida. Pena de muerte. Los procedimientos sumarísimos no de­jan lugar a «trucos legales», como defi­nen a las defensas la policía y la extrema derecha en sus octavillas de «guerra sico­lógica». Porque el sumarísimo limita el número de testigos de la defensa, faculta a la autoridad judicial para que el vocal ponente que vaya a asistir al Consejo pre­sencie todas las diligencias desde la ini­ciación del procedimiento, da cuatro ho­ras de plazo para el estudio del sumario y calificación de los defensores y dos ho­ras para presentar alegaciones tras la vis­ta; porque el sumarísimo convierte un juicio político en un acto cuartelero disci­plinario y ejecutivo, pero con sujetos ci­viles y consecuencias tan absolutas como funestas. Nada de lo que se entiende por «el imperio de la ley». Ni siquiera de su ley.

El ejército cumple un cometido represivo hasta ese momento, y lo cumple, según los generales, no sólo por obligación sino con satisfacción: «Detrás de vosotros estamos nosotros», dirá el ministro del Ejército, Coloma Gallegos, a la Guardia civil y cuerpos de policía en una gira por Euskadi para levantar la moral y resta­blecer la disciplina de estas fuerzas, entre las que cunde cierto desánimo. En Vizcaya y Guipúzcoa son numerosas las peticiones de traslado «por motivo de salud» de guardias civiles destacados en los pueblos, en los que viven en completo aislamiento ellos y sus familiares con respecto a los demás vecinos que ni siquiera, en muchas localidades, Ies dirigen la palabra; fami­lias bloqueadas por el enorme silencio que les rodea, congeladas en el desprecio, el odio y el temor, complementarios casi siempre, por su actuación, por una pre­sencia que ha pasado de la arrogancia des­pectiva de la época en que se movían como ocupantes de un pueblo vencido a un visible sentimiento de temor y de odio, también complementarios entre sí y con respecto a los mismos sentimientos en el pueblo.